El brote del COVID-19 (coronavirus) nos agarró fuera de guardia. Al inicio, al mundo no le importó realmente, porque era en China y el oeste sólo ve a china como una gran fábrica. Después, pensamos que era un poco más que un nuevo tipo de gripe. Cuando comenzó a propagarse, no pensamos que pudiera llegar a nuestro país ni a nuestra ciudad y menos a nuestro vecindario. Cuando los gobiernos declararon cuarenta obligatoria a las personas que regresaban del extranjero o cierre de espectáculos de entretenimiento o cancelación de juegos deportivos o cierre de escuelas y universidades, aún pensamos que entraban en pánico sin razón.
Pero ya lo sabemos mejor. Si no queremos que nuestro país luzca como Wuhan o Lombardía, debemos seguir atentamente las instrucciones.
Casi un mensaje positivo
Si no fuera tan triste, podríamos decir que el mensaje del coronavirus suena casi positivo: nos dice ” todos estamos unidos”. Es el mensaje universal de responsabilidad mutua, donde las medidas tomadas por un gobierno tienen efecto en cada individuo del planeta. Sólo piensa en como empezó: alguien en Wuhan, China, tuvo un extraño resfriado en noviembre, tres meses después, miles de personas están muertas, el mundo cierra negocios, cientos de miles están encarcelados dentro de su propia casa o atrapados en su ciudad. Rusia y la OPEP declararon la guerra del petróleo, Estados Unidos piensa que ambos están dispuestos a ganar y todo por una persona que tuvo un resfriado extraño.
Es un hecho, todos estamos juntos, universalmente conectados.
En la sabiduría de la Cabalá, existe el concepto “última generación”. Básicamente dice que cuando el ego de la generación le llegue hasta la médula, surgirá un nuevo paradigma de unidad y responsabilidad mutua. Ahora, de acuerdo con El libro del Zóhar, libro primordial en Cabalá, estamos en el inicio de esa última generación.
Nacimiento de una nueva humanidad
Es cierto que estamos en medio de una crisis global. Pero la palabra “crisis” no merece su mala reputación. En griego, crisis es “punto de inflexión, para bien o para mal, en una enfermedad aguda” o “momento decisivo en un asunto grave y de consecuencias importantes” o “cambio radical en el desarrollo de un proceso”, según el diccionario de la lengua española. Por lo tanto, no necesariamente es malo, pero, sin duda, es una situación dramática.
La palabra hebrea para “crisis” es aún más interesante. Mashber, crisis en hebreo, es la palabra que los textos antiguos usaban para denotar nacimiento. Mashber era una silla especial en la que la mujer en trabajo de parto se sentaba hasta que daba a luz (Talmud, Arachin 1: 4). Además, en la Biblia (Isaías 37: 3), la palabra Mashber denota la apertura del canal de parto, justo antes de que el bebé emerja al mundo.
En el caso de la crisis actual y de hecho, del proceso que hemos observando durante algunas décadas, el bebé recién nacido es la nueva humanidad. La diferencia entre ahora y, digamos, hace diez años, es que porciones representativas de la humanidad empiezan a reconocer que la responsabilidad mutua y la interdependencia no son sólo palabras elegantes que pueden usar para decorar sus publicaciones en redes sociales; es la dolorosa realidad que debemos tener en cuenta en nuestra vida diaria. Antes, a nadie le importaba si querías ir a una discoteca o al cine para distraerte de la carga de la vida. ¡Hoy, literalmente, la vida de otros podría depender de tu decisión! No hay nada más, mutuamente responsable, que eso.
Disposición vs no disposición para colaborar con la realidad
La realidad eligió por nosotros: todos dependemos unos de otros. Pero podemos elegir cómo hacerlo. Igual que “crisis”, interdependencia no es malo en sí. Imagina cómo sería la vida si no hubiera alguien que haga la comida para que la compremos en el supermercado, nadie que fabrique coches para poder ir a donde queramos y nadie que haga ropa, casas, electrodomésticos y los artefactos que tanto disfrutamos ¿cómo sería la vida?
El problema no está en la dependencia mutua en sí, sino en que tratamos de usarla en nuestro beneficio personal, en lugar de en beneficio de todos. Cuando usamos la interdependencia egoístamente, el resultado es la crisis financiera de hace doce años, la depresión que sentimos por nuestra insatisfacción con la vida y que es causa de abuso de sustancias que cobra decenas de miles de vidas cada año y la pandemia actual que no sabemos cuándo ni cómo terminará.
Pero si usamos nuestra interdependencia para el bien común, estaremos encantados de contribuir con nuestra mejor habilidad y esfuerzo con la sociedad y todos harán lo mismo ¿te imaginas una sociedad en la que todos sus miembros trabajen por el bien común? ¿imaginas que haya tristeza allí? ¿puedes ver enfermedades? ¿encontrarás soledad? ¿habrá crimen, analfabetismo o drogas en esa comunidad? Una comunidad que funcione con responsabilidad mutua nunca permitirá que nada de eso suceda.
COVID-19 es un maestro severo. Pero por dolorosas que sean sus lecciones, es mejor que aprendamos ya la lección de nuestra interconexión y responsabilidad mutua, del nuevo paradigma de la vida. La realidad ya decidió que ahora es el momento del nacimiento de una nueva humanidad; es nuestra elección hacerlo suave y feliz o resistirlo y soportar el método de parto asistido de la naturaleza…
Michael Laitman