Gracias a nuestros estudios de Cabalá, finalmente entendemos que el Creador realizó, realiza, y realizará todas las acciones. Y todo lo que se requiere de nosotros es una petición la cual constituye nuestro libre albedrío. Es decir, debemos querer que el Creador nos corrija.
Todo lo que el Creador hizo con nosotros antes no requirió de nuestro consentimiento; obedecimos la orden directa de nuestra naturaleza, y por lo tanto no teníamos nada qué pedir. Simplemente seguimos nuestro instinto natural, satisfaciendo nuestro creciente deseo en todas sus manifestaciones. Sin embargo, para darnos una oportunidad de desarrollarnos por nuestra cuenta, de adquirir autoconocimiento, y de revelar al Creador y Sus acciones, en cierto momento el Creador comienza a actuar en contra de nuestra naturaleza. Este punto de quiebre ocurre en nuestra generación. El Creador no nos sigue, empujándonos hacia adelante, sino que se coloca enfrente de nosotros y demanda que nos acerquemos a Él por nuestra voluntad propia. De hecho, este es nuestro trabajo: movilizar fuerzas dentro de nosotros, deseos, y el entendimiento de que debemos acercarnos a Él. Y no lo podemos hacer por nuestra cuenta; sólo podemos pedir, exigir de Él que nos acerque. Para hacer esto, necesitamos venir y trabajar juntos para descubrir dentro de nosotros el deseo por el otorgamiento mutuo. Debemos recrear dentro de nosotros la forma deseada del Creador, la propiedad perfecta del otorgamiento. Debemos aspirar dentro de nuestro grupo a lograr tales relaciones entre nosotros que la fuerza, que existe ahí en ocultamiento, se revele. Esto significa revelar al Creador, conocerlo a Él, adherirse a Él. Entonces, avanzaremos y nos gobernaremos. Pero justo como antes obedecíamos nuestro deseo egoísta sin preguntar, sin siquiera pensar en ello, así ahora queremos obedecer al Creador con la misma devoción. Tras todos los problemas, retos, y escrutinio, a pesar de nuestras objeciones y resistencia, queremos ser manejados completamente por Él y convertirnos en Sus fieles trabajadores, como está dicho, “El amor cubre todos los pecados.” Y la clave de este proceso es encontrar el punto para dirigirte al Creador, la petición para cambiar y corregirnos cada vez. No debemos buscar dentro de nosotros las fuerzas y medios para llegar a ser justos, hacer buenas acciones. Es claro, que es imposible llegar a una verdadera plegaria a la primera, y tenemos que pasar por mucho escrutinio en el camino. Pero el principal obstáculo son los pensamientos de las personas acerca de que él es el dueño de sus acciones y debe corregirse a él mismo y a su entorno por sus propias fuerzas. Olvida que es simplemente arcilla en las manos del Señor, y que No hay nadie más aparte de Él, el único que realizó, realiza, y realizará todas las acciones. Y nuestro libre albedrío, que nos es dado para acercarnos al otorgamiento perfecto, es sólo para pedirle a Él esa propiedad, esa fuerza, que reinará entre nosotros.