Como un manojo de cañas. Por qué la unidad y la garantía mutual están en la agenda del día, Michael Laitman, Ph.D.
Capítulo 7: Mezcla de campanas
Ser judío o no ser judío – he ahí la cuestión
España, una trágica historia de amor
Flavio Josefo escribió sobre la cálida
bienvenida con que fueron acogidos los expatriados de Judea en Siria y
Antioquía después de ser expulsados por los romanos. Los judíos estaban
“muy entremezclados”, escribió, y vivían, “en la más imperturbable
tranquilidad”.
También escribió cómo el Emperador
romano Tito Flavio, “los expulsó de Siria”. En Antigüedades de los
Judíos, cita que el geógrafo griego Strabo decía, “Este pueblo ya se ha
abierto camino hacia toda ciudad, no es fácil encontrar un lugar en el
mundo habitable que no haya recibido a esta nación y en la que no haya
hecho sentir su poder”.
La forma vacilante en que los judíos son
primero bienvenidos y luego rechazados, después bien recibidos
nuevamente, luego expulsados nuevamente, si no destruidos totalmente, se
ha repetido en numerosas
ocasiones desde la destrucción del Primer Templo.
Como indicamos anteriormente, los judíos
exiliados del Primer Templo que optaron por dispersarse fuera de
Babilonia una vez que fueron liberados, pudieron asimilarse de tal forma
que desaparecieron. Sin embargo, muchos, si no la gran mayoría de los
judíos que fueron exiliados después de la destrucción del Segundo
Templo, todavía son reconocidos como tal, al menos por herencia o por
algún tipo de práctica.
Hubo muchos intentos por convertir a los
judíos al Islam o a la cristiandad y ellos mismos algunas veces lo
desearon, intentando activamente convertirse. Sin embargo, en su
mayoría esos intentos fracasaron o
tuvieron un éxito marginal.
El Profesor e investigador de historia
judía en la Universidad de Wisconsin, Norman Roth, destaca tanto las
tentativas masivas de conversión de los judíos como las trágicas
consecuencias resultado de estos esfuerzos. En Judíos, visigodos,
musulmanes de la España Medieval; colaboración y conflicto, él escribe,
“En los Siglos XIV y XV, miles de judíos se convirtieron, casi siempre
por su propia voluntad y no bajo coacción a la cristiandad. El papel de
estos conversos (judíos que se convirtieron al cristianismo) en la
sociedad suscitó una feroz hostilidad contra ellos en el Siglo 15, que
finalmente resultó en una guerra. Emergieron el racismo y el
antisemitismo, por primera vez en la historia en gran escala y se
proclamaron los estatutos de limpieza de sangre (distinguiendo a los
antiguos cristianos puros de aquellos con ancestros musulmanes o
judíos). Al final la Inquisición fue revivida, entre los falsos cargos,
la ‘falta de sinceridad’ de los conversos y muchos fueron quemados. Nada
de esto, sin embargo, tenía algo que ver con los judíos, quienes en su
mayoría continuaron con sus vidas y sus relaciones normales con los
cristianos como antes”.
Ciertamente, no solo los judíos que se
sostuvieron en su fe no fueron dañados, sino que incluso alimentaron un
vínculo único con sus anfitriones españoles. Según Roth, “Tan insólita,
podría hasta decirse única, era la naturaleza de esa relación (entre
judíos y cristianos) que se usa un término especial en español para
ello, un vocablo que no tiene una traducción precisa en otros idiomas,
“convivencia”, que significa vivir juntos con afinidad. En verdad, el
alcance real de convivencia en la España cristiana
medieval aún no ha sido completamente revelado”.
La investigación de Roth resalta que
mientras los judíos permanecían leales a su herencia y no intentaban
asimilarse a culturas extrañas, eran bienvenidos, o por lo menos los
dejaban en paz. Y particularmente en
España hubo momentos de tal calidez e
intensidad en la relación que verdaderamente parecía ser una historia de
amor, completa con todas las pruebas y tribulaciones por las que pasan
las grandes historias de amor. Sin embargo cuando los judíos trataban de
mezclarse con otras naciones y se volvían como ellos, estas naciones
los rechazaban y los forzaban a volver al judaísmo, o los forzaban a
convertirse, pero en forma coercitiva y despectiva.
Jane S. Gerber, experta en historia
sefaradí en la Universidad de la Ciudad de Nueva York, elocuentemente
detalla el grado en que los judíos conversos de España se integraron a
la vida secular y cultural de España.
“Profundamente arraigados en la
península ibérica desde los inicios de su dispersión”, escribe Gerber,
“estos judíos alimentaron fervientemente un amor por España y tenían una
gran lealtad a su idioma, sus regiones y tradiciones (…) De hecho,
España había sido considerada como una segunda Jerusalén.
“Cuando el decreto de expulsión del Rey
Fernando y la Reina Isabel fue promulgado el 31 de marzo de 1492
ordenando que los 300,000 judíos abandonaran España en los siguientes
cuatro meses, los sefaradís
reaccionaron con sobresalto e
incredulidad. Seguramente, sintieron ellos, la importancia de su gente
en todos los ámbitos de la vida, la absoluta antigüedad de sus
comunidades (…) y la presencia de tantos judíos y cristianos de
ascendencia judía (conversos) en los íntimos círculos de la corte, las
municipalidades e incluso la iglesia católica, podrían darles protección
e impedir el decreto.
“…Los judíos españoles se sentían
particularmente orgullosos de su largo linaje de poetas, cuyas
composiciones aún eran declamadas. Sus filósofos habían tenido mucha
influencia entre los eruditos de Occidente, sus innovadores filólogos se
habían ganado un lugar perenne como pioneros del lenguaje hebreo, y sus
matemáticos, científicos e innumerables físicos habían ganado
aclamación. El ingenio y el servicio público de los diplomáticos
sefaradís también llenaron los anales de muchos reinos musulmanes. De
hecho, no solamente habían residido en España, habían coexistido al lado
de musulmanes y cristianos, observando la noción de la convivencia con
la mayor seriedad.
“La experiencia sefaradí suscita el tema
de la aculturación y la asimilación como ninguna otra comunidad judía
lo ha hecho. Durante muchos siglos, la civilización judía tomaba
prestado libremente de la
cultura anexa musulmana… Cuando las
persecuciones arrollaron a los sefaradís en 1391 y les ofrecieron la
opción de la conversión o la muerte, los números de conversos superaron
el considerable número de mártires. La verdadera novedad de esta
conversión masiva, única en la experiencia judía, ha inducido a los
eruditos a buscar causalidad en un alto grado de aculturación alcanzada
por los sefaradíes”.
Y sin embargo, no fue la aculturación lo
que causó que los españoles se volvieran en contra de los judíos. Fue
más bien que los judíos abandonaron la cohesión social y la garantía
mutua, cualidades que (en gran medida) les habían ganado la estima
inconsciente de la nación en la que vivían. “Los comentaristas
medievales particularmente”, continua Gerber, “preferían culpar a la
aculturación judía de la ruptura de la disciplina comunal, y algunos de
los más grandes historiadores judíos modernos, como Itzhak Baer, han
citado además el impacto corrosivo de la filosofía averroísta y el
cinismo de los cortesanos judíos asimilados de España. Pero en la ola de
conversiones masivas y los agudos conflictos comunales, no fueron solo
los filósofos que sucumbieron frente a la persecución”, [viii]más bien
toda la comunidad sufrió.
Por consiguiente, conscientes o no, los
judíos fueron afectados, y fueron finalmente expulsados de España porque
habían caído en la desunión, olvidando los poderes y los beneficios que
la unidad puede aportarles, y que nuestros sabios enseñaron a nuestros
antecesores durante generaciones. El Libro del Zóhar habla de la panacea
de la unidad, “Porque son un corazón y una mente… no fallarán en lo que
pretendan hacer y no habrá nadie que pueda detenerlos”. [ix]
Pero El Libro del Zóhar, que resurgió en
España unos cuantos siglos antes de la expulsión, no podía salvar a los
judíos. Eran sencillamente demasiado espirituales y culturalmente
asimilados para unirse, y llevar a cabo el rol predestinado de ser una
luz para las naciones. Y puesto que no quisieron ajustar su rumbo por
consentimiento propio, la Ley de Otorgamiento de la Naturaleza, el
Creador, lo hizo a través de su entorno, los españoles cristianos a
quienes los judíos respetaban.
Michael Grant, clasicista inglés, autor y
Profesor en la Universidad de Cambridge, estudió la incapacidad de los
judíos para mezclarse: “Los judíos han dado pruebas no solo de no
asimilarse, sino de no ser
asimilables… La demostración de que esto
es así, lo evidencia uno de los más significativos momentos decisivos
en la historia griega, causados por la gigantesca influencia ejercida a
través de las épocas subsecuentes por su religión, que no solo
sobrevivió intacta, sino subsecuentemente dio a luz a
la cristiandad”.
De igual forma el Obispo del Siglo
XVIII, Thomas Newton, escribió acerca de los judíos: “La preservación de
los judíos es realmente uno de los más indicativos e ilustres actos de
la divina Providencia… y qué más, sino un poder sobrenatural, pudo haber
preservado de tal manera, como ninguna otra nación sobre la tierra ha
sido preservada. Ni es la providencia de Dios menos notable en la
destrucción de sus enemigos, que en su preservación… Vemos que los
grandes imperios que en su momento sometieron y oprimieron al pueblo de
Dios, todos han sido destruidos… Y si tal ha sido el final fatal de los
enemigos y opresores de los judíos, que sirva como advertencia a todos
los que en algún momento u ocasión estén a favor de elevar un clamor o
persecución en contra de ellos”. [xi]
Ya que, como mencionamos en el Capítulo
4, los judíos representan en nuestro mundo la parte del alma de Adán que
logró la unidad de los corazones y por consiguiente la conexión con el
Creador, y debido a que su papel espiritual es el de esparcir la unidad y
conexión que resulte, al resto de las naciones, las naciones rechazan
las tentativas de los judíos de volverse como ellos. No es una elección
consciente sino un impulso compulsivo que llega hasta ellos del mismo
pensamiento de la creación. Esto raramente surge en la consciencia de
los autores del sufrimiento, pero ellos lo ejecutan infaliblemente.
Un episodio singular del pensamiento de
la creación que se despierta en la consciencia del ejecutor ocurrió en
una noche fatídica y trágica en 1492. En The Jew in the Medieval World: A
Sourcebook: 315-1791 (El judío del mundo medieval: Un libro de
consulta: 315-1791), el erudito en historia judía, Rabí Jacob Rader
Marcus relata los detalles del evento que descubrió había ocurrido. “El
acuerdo que les permitía a ellos (los judíos) permanecer en el país
(España) mediante el pago de una importante suma de dinero casi se lleva
a cabo, cuando fue frustrado por la interferencia de un prior al que
llamaban el Prior de Santa Cruz. (La leyenda relata que Torquemada,
Prior del convento de Santa Cruz tronó con el crucifijo en alto ante el
Rey y la Reina: ‘Judas Iscariote vendió a su maestro por treinta piezas
de plata.
Su Alteza lo vendería nuevamente por treinta mil. Aquí está, tómenlo y realicen el trueque’)”.
Lo que aconteció después ilustra que
pase lo que pase, los judíos se ven obligados a ser lo que son, y hacer
lo que deben hacer. “Entonces la Reina respondió a los representantes de
los judíos, con lo dicho por el Rey Salomón en Proverbios 21:1:
‘Corriente de agua es el corazón del rey en la mano del Señor, que Él
dirige donde quiere’. Y agregó, ‘¿Ustedes creen que esto proviene de
nosotros? El Señor lo ha puesto en el
corazón del rey’”.
En efecto, los judíos fueron expulsados
no solo porque habían dejado de tener un valor económico para los
españoles. Los judíos habían sido reconocidos como un activo económico
durante siglos. De hecho, cuando fueron forzados a salir de España,
muchos de ellos huyeron a Turquía, donde fueron bienvenidos justamente
por su contribución a la economía del país que los acogía. En
consecuencia, el Sultán otomano Bayezid II, estaba tan satisfecho de la
expulsión de los judíos de España y de su llegada a Turquía que se
reporta que él “sarcásticamente agradeció a Fernando por enviarle
algunos de sus mejores súbditos, empobreciendo así sus propias tierras y
enriqueciendo las suyas (Bayezid)” [xiv]. Otra fuente reporta que
“cuando el Rey Fernando, quien expulsó a los judíos de España fue
mencionado en su [Bayezid] presencia, dijo, “¿Cómo se puede considerar
al Rey Fernando, un gobernante sabio, si empobreció su propia tierra y
enriqueció la nuestra?”.
Una y otra vez, encontramos que no es
nuestra astucia que nos concede el favor de las naciones. Más bien es
nuestra unidad, pues nuestra unidad proyecta la luz sobre ellos, o más
bien el deleite que estaban destinados a recibir a través de nosotros en
el pensamiento de la creación. En las palabras del escritor y pensador
Rabí Hillel Tzaitlin, “Si Israel es el único y verdadero redentor del
mundo entero, debe ser apto para esa redención. Israel debe primero
redimir su propia alma… ¿Pero cómo redimirá su alma? ¿La nación que está
en ruinas, tanto material como espiritualmente, se convertirá en una
nación integrada enteramente por redentores? …Con tal propósito, quiero
establecer con este libro la ‘unidad de Israel’… Si es fundamentada, la
unificación de los individuos tendrá como propósito el ascenso interior y
una invocación para la corrección de todos los males de la nación y del
mundo”, míos Nobel de aquí hasta el día del juicio final, por el
beneficio que los logros científicos le ofrecen a la humanidad, no se
nos dará ningún crédito, sino causará aversión. Podemos preparar a los
mejores médicos, los más ilustres economistas, los científicos más
brillantes y los más innovadores empresarios, pero hasta que no
canalicemos la luz, el poder que hacemos surgir a través de la unidad,
las naciones nunca nos aceptarán, y nunca justificaremos nuestra
existencia sobre este planeta.
[i] William Whiston, Las obras de Flavio Josefo, 565.
[ii] ibid.
[iii] Josephus Flavius, Antiquities of the Jews, (Las antigüedades de los judíos) XIV, 115.
[v] Norman Roth, Judios, visigodos y
musulmanes en la España medieval: cooperación y conflicto(The
Netherlands, E.J. Brill, 1994), 2.
[vi] ibid.
[vii] Jane S. Gerber, Los judíos en
España: Una historia de experiencia sefardí (New York, Free Press;
Noviembre 2, 1992), Kindle edition.
[viii] ibid.
[ix] Rabbi Shimon Bar Yochai (Rashbi),
El Libro de El Zohar (con el Comentario Sulam [Ladder] de Baal HaSulam,
Noah, vol. 3, ítem 385 (Jerusalén), 132.
[x] Michael Grant, De Alejandro a Cleopatra: El mundo helenístico (New York: Charles Scribner & Sons, 1982), 75.
[xi] Citado en El Tesoro de las citas religiosas y espiritualess (US, Readers Digest, January 1, 1994), 280.
[xii] Jacob Rader Marcus, El judío en el
mundo medieval: Un libro de consulta: 315-1791, (US: Hebrew Union
College Press, 1999), 60-61.
[xiii] ibid.
[xiv] Dr. Erwin W Lutzer with Steve
Miller, La cruz a la sombra de la creciente: una respuesta avanzada a la
Guerra del Islam con la Cristiandad (Harvest House Publishers, Oregon,
2013), 65.
[xv] Israel Zinberg, Historia de la
Literatura judía: El centro de cultura judía en el imperio otomano, Vol 5
(New York, Ktav Pub. House, 1974), 17 .
[xvi] Hillel Tzaitlin, El Libro de unos pocos (Jerusalén, 1979), 5.