
“Innumerables voces han estado asegurando desde hace un tiempo que la sociedad humana está pasando por una crisis, que su estabilidad ha sido gravemente fragmentada. Es característico de tal situación que los individuos se sientan indiferentes o incluso hostiles hacia el grupo, pequeño o grande, al que pertenecen. Para ilustrar lo que quiero decir, permítanme registrar aquí una experiencia personal. Recientemente discutí con un hombre inteligente y de buena disposición la amenaza de otra guerra, la cual en mi opinión pondría seriamente en peligro la existencia de la humanidad y comenté que sólo una organización internacional podría ofrecer protección para ese peligro. Inmediatamente mi visitante, muy calmada y fríamente me dijo: “¿Por qué se opone tan profundamente a la desaparición de la raza humana?”. “Estoy seguro de que hace tan poco como medio siglo, nadie hubiera hecho una afirmación de este tipo tan a la ligera. Es el comentario de un hombre que se ha esforzado en vano por alcanzar un equilibrio en su interior y más o menos ha perdido la esperanza de tener éxito. Es la expresión de una dolorosa soledad y aislamiento de la cual muchas personas están sufriendo en estos días ¿Cuál es la causa? ¿Existe una salida?. “Es fácil hacer esas preguntas, pero difícil responderlas con algún grado de seguridad. Debo tratar, sin embargo, lo mejor que puedo, aun cuando estoy muy consciente del hecho de que nuestros sentimientos y anhelos son a menudo contradictorios y oscuros y no pueden ser expresados en fórmulas sencillas y simples. “El hombre es, al mismo tiempo, un ser solitario y social. Como un ser solitario, intenta proteger su propia existencia y la de aquellos que le son cercanos, de satisfacer sus deseos personales y desarrollar sus habilidades innatas. Como un ser social, busca ganar el reconocimiento y el afecto de sus semejantes, compartir en sus placeres, confortarles en sus penas, y mejorar sus condiciones de vida. Sólo la existencia de esas variadas, frecuentemente en conflicto, anhelantes variaciones del carácter especial de un hombre y su combinación específica determinan el grado al cual un individuo puede lograr un equilibrio interno y puede contribuir al bienestar de la sociedad. Es bastante posible que la fuerza relativa de esos dos impulsos sea, principalmente, fijada por la herencia. Pero la personalidad que al final surge es en su mayoría formada por el entorno en el cual un hombre se encuentra durante su desarrollo, mediante la estructura de la sociedad en la que crece, mediante la tradición de esa sociedad, y el valor que le da a cierto tipo de comportamientos. El concepto abstracto de ‘sociedad’ significa para el ser humano individual la suma total de sus relaciones directas e indirectas con sus contemporáneos y con todas las personas de generaciones pasadas. El individuo es capaz de pensar, sentir, anhelar y trabajar por sí mismo, pero depende tanto de la sociedad en su existencia física, intelectual y emocional que es imposible pensar en él o entenderlo, fuera del marco de la sociedad. Es la ‘sociedad’ la que le proporciona alimento al hombre, ropa y un hogar, las herramientas de trabajo, las formas del pensamiento, y la mayoría del contenido del pensamiento; su vida es posible a través de la labor y los logros de muchos millones pasados y presentes que están ocultos detrás de la pequeña palabra de ‘sociedad’. “Es evidente, por lo tanto, que la dependencia del individuo en la sociedad es un hecho de la naturaleza que no puede ser abolido justo como en el caso de las hormigas y las abejas, sin embargo, todo el proceso de vida de las hormigas y las abejas está establecido hasta el mínimo detalle por rígidos instintos hereditarios, el patrón social e interrelaciones de los seres humanos son muy variables y susceptibles al cambio. La memoria, la capacidad de hacer nuevas combinaciones, el don de la comunicación oral han hecho posibles desarrollos entre los seres humanos que no están dictados por las necesidades biológicas. Tales desarrollos se manifiestan en tradiciones, instituciones y organizaciones; en la literatura; en logros científicos y de ingeniería; en obras de arte. Esto explica como sucede que, en cierto sentido, el hombre puede influir en su vida a través de su propio comportamiento, y que en este proceso el pensamiento consciente y el deseo puedan tener un papel. “El hombre adquiere al nacer, a través de la herencia, una constitución biológica que debe ser considerada fija e inalterable, incluyendo los impulsos naturales que son característicos de la especie humana. En adición, durante su vida, adquiere una constitución cultural que adopta de la sociedad a través de comunicación y otros muchos tipos de influencia. Es una constitución cultural que, con el paso del tiempo, está sujeta a cambios y determina en gran parte la relación entre el individuo y la sociedad. La antropología moderna nos ha enseñado, a través de la investigación comparativa de las así llamadas culturas primitivas, que el comportamiento social de los seres humanos puede variar grandemente dependiendo de los patrones culturales que prevalecen y los tipos de organización que predominan en la sociedad, es en esto en lo que deben basar sus esperanzas aquellos que se esfuerzan por mejorar la humanidad: los seres humanos no están condenados, a causa de su constitución biológica, a aniquilarse el uno al otro o estar a merced de un cruel destino auto inducido. “Si nos preguntamos cómo debe ser cambiada la estructura de la sociedad y la actitud cultural del hombre con el fin de hacer la vida humana tan satisfactoria como sea posible, debemos constantemente estar conscientes del hecho de que hay ciertas condiciones que somos incapaces de modificar. Como se mencionó antes, la naturaleza biológica del hombre no está, para propósitos prácticos, sujeta a cambios. Más aun, los desarrollos tecnológicos y demográficos de los últimos siglos llegaron para quedarse. En poblaciones con una relativa alta densidad de población con los bienes que son indispensables para su existencia continua, una división extrema del trabajo y un aparato productivo altamente centralizado son absolutamente necesarios. La época. La cual, mirando hacia atrás parece tan idílica. Se ha ido por siempre en el que los individuos o grupos relativamente pequeños podían ser completamente autosuficientes. Es sólo una ligera exageración decir que la humanidad constituye incluso ahora una comunidad planetaria de producción y consumo. “He llegado ahora al punto en el que puedo indicar brevemente qué constituye para mí la esencia de la crisis de nuestro tiempo. Concierne a la relación del individuo con la sociedad. El individuo se ha vuelto más consciente que nunca de su dependencia de la sociedad. Pero no experimenta esta dependencia como una cualidad positiva, como un vínculo orgánico, como una fuerza protectora, sino como una amenaza a sus derechos naturales, o incluso a su existencia económica. Más aun, su posición en la sociedad es tal que los impulsos egoístas de su constitución están siendo acentuados constantemente, mientras que sus impulsos sociales, que son por naturaleza más débiles, se deterioran progresivamente. Todos los seres humanos, sin importar su posición en la sociedad, están sufriendo de este proceso de deterioro. Prisioneros de su propio egoísmo sin saberlo, se sienten inseguros, solitarios y privados del ingenuo, simple y nada sofisticado disfrute de la vida. El hombre puede encontrar significado en la vida, corta y riesgosa como es, sólo a través de dedicarse a la sociedad. “La anarquía económica de la sociedad capitalista como existe hoy es, en mi opinión, la fuente real del mal. Vemos ante nosotros una enorme comunidad de productores, los miembros, de los cuales están incesantemente esforzándose por privar al otro de los frutos de su labor colectiva-no por la fuerza, pero en general en fiel obediencia de reglas establecidas legalmente. A este respecto, es importante darse cuenta de que los medios de producción es decir, toda la capacidad productiva que se necesita para producir bienes de consumo así como bienes capitales adicionales podrían legalmente ser y en su mayor parte lo son, la propiedad privada de individuos. Por simplicidad, en la discusión que sigue llamaré trabajadores a aquellos que no tienen parte en la propiedad en los medios de producción- aun cuando no corresponde al uso acostumbrado del término. El dueño de los medios de producción está en posición de comprar la labor del trabajador. Al usar los medios de producción, el trabajador produce nuevos bienes que se convierten en propiedad del capitalista. El punto central en este proceso es la relación entre lo que produce el trabajador y lo que se le paga, ambos medidos en términos de valor real. Siempre y cuando el contrato laboral sea ‘libre’, lo que el trabajador recibe está determinado no por el valor real de los bienes que produce, sino por sus necesidades mínimas y por los requerimientos de fuerza de trabajo del capitalista en relación al número de trabajadores que compiten por los empleos. Es importante entender que incluso en teoría el pago del trabajador no está determinado por el valor de su producto. “El capital privado tiende a estar concentrado en unas cuantas manos, en parte a causa de la competencia entre los capitalistas, y en parte porque el desarrollo tecnológico y la creciente división de la labor alienta la formación de unidades más grandes de producción a expensas de unidades más pequeñas. El resultado de esos desarrollos es una oligarquía de capital privado de enorme poder que no puede ser supervisada ni siquiera por una sociedad política organizada democráticamente. Esto es verdad ya que los miembros de cuerpos legislativos son electos por partidos políticos, financiados o influidos en su mayoría por capitalistas privados que, para propósitos prácticos, separan al electorado de la legislatura. La consecuencia es que los representantes del pueblo no protegen lo suficiente en los hechos los intereses de las secciones menos privilegiadas de la población. Más aun, bajo las condiciones existentes, los capitalistas privados inevitablemente controlan, directa o indirectamente, las principales fuentes de información (prensa, radio, educación). Entonces es extremadamente difícil y en la mayoría de los casos imposible, que el ciudadano individual llegue a conclusiones objetivas y haga un uso inteligente de sus derechos políticos. “La situación que prevalece en una economía basada en la propiedad privada del capital está entonces caracterizada por dos principios: primero, los medios de producción (capital) son propiedad privada y los dueños disponen de ellos como les conviene; segundo, el contrato de trabajo es libre. Por supuesto, no existe algo como una sociedad capitalista pura en este sentido. En particular, debe hacerse notar que los trabajadores, a través de largas y amargas luchas políticas, han tenido éxito en asegurar una forma de “contrato laboral” de alguna manera mejorado para ciertas categorías de trabajadores. Pero tomándola en general la economía del presente no difiere mucho del capitalismo ´puro´. “La producción es llevada a cabo en base a la ganancia, no al uso. No hay un arreglo para que todos aquellos capaces y que desean trabajar siempre estén en posición de encontrar empleo: un ‘ejército de desempleados’ casi siempre existirá. El trabajador está constantemente temeroso de perder su trabajo. Ya que los desempleados y los trabajadores mal pagados no representan un mercado del que se puedan obtener ganancias, la producción de bienes de consumo es restringida y grandes privaciones son la consecuencia. El progreso tecnológico frecuentemente resulta en más desempleo en lugar de aliviar la carga de trabajo para todos. La motivación de obtener ganancias, en conjunto con la competencia entre los capitalistas, es responsable de una inestabilidad en la acumulación y la utilización del capital que lleva depresiones cada vez más severas. La competencia ilimitada lleva a un enorme desperdicio de labor y a esa “discapacidad” de la consciencia social de los individuos que mencioné antes. “Es esta discapacidad de los individuos lo que considero al peor mal del capitalismo. Todo nuestro sistema educativo sufre de este mal. Una actitud exageradamente competitiva es inculcada en el estudiante, que es entrenado para rendir culto al éxito adquisitivo como preparación para su futura carrera. “Estoy convencido de que sólo hay un camino para eliminar esos grandes males, específicamente a través del establecimiento de una economía socialista, acompañada por un sistema educativo que estará orientado hacia metas sociales. En tal economía, los medios de producción son propiedad de la sociedad misma y son utilizados bajo una planeación. Una economía planeada, que ajusta la producción a las necesidades de la comunidad, distribuiría el trabajo por realizarse entre aquellos capaces de trabajar y garantizaría el sostenimiento de todos hombre, mujer y niño. La educación del individuo, en adición a promover sus propias habilidades innatas, intentaría desarrollarlo en un sentido de responsabilidad por sus semejantes en lugar de la glorificación del poder y el éxito en nuestra sociedad presente. “Sin embargo, es necesario recordar que una economía planeada no es todavía socialismo. Una economía planeada como tal podría estar acompañada por la completa esclavitud del individuo. El logro del socialismo requiere la solución de algunos problemas socio-políticos extremadamente difíciles: ¿cómo es posible, en vista del largo alcance de la centralización del poder económico y político, prevenir que la burocracia se vuelva todo poderosa y abrumadora? ¿Cómo pueden ser protegidos los derechos del individuo y con ello asegurar un contrapeso democrático para la burocracia? “La claridad acerca de los objetivos y problemas del socialismo es de la mayor importancia en nuestra era de transición. Dado que, bajo las presentes circunstancias, la discusión libre y sin restricciones de esos problemas se ha vuelto un poderoso tabú, considero la fundación de esta revista un importante servicio público”.
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