
Al principio, mi conciencia de la inclinación al mal parece como si me hubiera atado las manos, para que no pueda robar pero, después, me libera y me da una oportunidad infinita para robar todo lo que pertenece a los demás e ¡incluso al Creador! Se me permite hacer cualquier cosa, ¡sin ninguna consecuencia!.
Sin embargo, empiezo a experimentar que “La Shejiná está sufriendo”, o el dolor de los demás, como si yo hubiera robado algo o matado a alguien.
Siento el dolor de los demás dentro de mí como si yo fuera la causa de él.
En relación con ellos, yo soy como el Creador, que ha creado la mala inclinación. Así es como conseguimos llegar a conectarnos.
Puedo ser como Biná, una madre que siente todos los deseos de sus hijos, así como el mal que les puede ocasionar si no se hace cargo de ellos pero, al mismo tiempo, es consciente de cuánto bien les puede hacer si les cuida y alimenta.
Después, en la segunda etapa de la corrección, se nos revela lo siguiente: ¿cómo podemos otorgar a los otros? En esta fase, la persona ya es capaz de servir de conducto entre el mundo y el Creador. Siente que sólo él puede canalizar el llenado de los deseos de los demás y que su crimen no radica en robar, sino en el hecho de que no está llenando los deseos de los otros. Éste es, realmente, el significado de la expresión “amar al prójimo como a ti mismo”.
La persona tiene que experimentar estas dos etapas de corrección en sí mismo: “Lo que odies, no se lo hagas a otro” y “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.
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