La primera corrección de la voluntad de recibir es la de otorgar con el fin de otorgar. Esto significa que restrinjo el uso de mi deseo (para mi “yo”), debido a su naturaleza egoísta; es decir, no estoy dispuesto a infligir daño a otros; como suele decirse: “Lo que odies, no se lo hagas a otro.” Pero, esta restricción de uso de mi deseo egoísta no basta; necesita una corrección, ya que no me impide realizar malas acciones pues, si tengo la oportunidad de robar y no ser atrapado, ¿qué puede impedirme llevarlo a cabo? La corrección implica que, no sólo no he de desconectarme de todos mis deseos, como si no existiesen, sino que he de ir más allá con ellos. Debo experimentar, en mis sentimientos, cuánto puedo llegar a dañar a otras personas y cuánto van a sufrir. Esta sensación de sufrimiento debe hacer que deje de robar; como me han dicho: “¡Lo que odies, no se lo hagas a otro!” Absorbo los deseos del otro.
Al principio, mi conciencia de la inclinación al mal parece como si me hubiera atado las manos, para que no pueda robar pero, después, me libera y me da una oportunidad infinita para robar todo lo que pertenece a los demás e ¡incluso al Creador! Se me permite hacer cualquier cosa, ¡sin ninguna consecuencia!.
Sin embargo, empiezo a experimentar que “La Shejiná está sufriendo”, o el dolor de los demás, como si yo hubiera robado algo o matado a alguien.
Siento el dolor de los demás dentro de mí como si yo fuera la causa de él.
En relación con ellos, yo soy como el Creador, que ha creado la mala inclinación. Así es como conseguimos llegar a conectarnos.
Puedo ser como Biná, una madre que siente todos los deseos de sus hijos, así como el mal que les puede ocasionar si no se hace cargo de ellos pero, al mismo tiempo, es consciente de cuánto bien les puede hacer si les cuida y alimenta.
Después, en la segunda etapa de la corrección, se nos revela lo siguiente: ¿cómo podemos otorgar a los otros? En esta fase, la persona ya es capaz de servir de conducto entre el mundo y el Creador. Siente que sólo él puede canalizar el llenado de los deseos de los demás y que su crimen no radica en robar, sino en el hecho de que no está llenando los deseos de los otros. Éste es, realmente, el significado de la expresión “amar al prójimo como a ti mismo”.
La persona tiene que experimentar estas dos etapas de corrección en sí mismo: “Lo que odies, no se lo hagas a otro” y “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.
Al principio, mi conciencia de la inclinación al mal parece como si me hubiera atado las manos, para que no pueda robar pero, después, me libera y me da una oportunidad infinita para robar todo lo que pertenece a los demás e ¡incluso al Creador! Se me permite hacer cualquier cosa, ¡sin ninguna consecuencia!.
Sin embargo, empiezo a experimentar que “La Shejiná está sufriendo”, o el dolor de los demás, como si yo hubiera robado algo o matado a alguien.
Siento el dolor de los demás dentro de mí como si yo fuera la causa de él.
En relación con ellos, yo soy como el Creador, que ha creado la mala inclinación. Así es como conseguimos llegar a conectarnos.
Puedo ser como Biná, una madre que siente todos los deseos de sus hijos, así como el mal que les puede ocasionar si no se hace cargo de ellos pero, al mismo tiempo, es consciente de cuánto bien les puede hacer si les cuida y alimenta.
Después, en la segunda etapa de la corrección, se nos revela lo siguiente: ¿cómo podemos otorgar a los otros? En esta fase, la persona ya es capaz de servir de conducto entre el mundo y el Creador. Siente que sólo él puede canalizar el llenado de los deseos de los demás y que su crimen no radica en robar, sino en el hecho de que no está llenando los deseos de los otros. Éste es, realmente, el significado de la expresión “amar al prójimo como a ti mismo”.
La persona tiene que experimentar estas dos etapas de corrección en sí mismo: “Lo que odies, no se lo hagas a otro” y “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.
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