Eso es absolutamente correcto. Nosotros estamos esforzándonos por alcanzar lo imposible, algo que está más allá de nuestra capacidad. ¿Podemos pedirle a un burro que nos cante un aria de ópera? Es incapaz de hacer eso, tanto por su desarrollo como por su capacidad física. Pero nosotros estamos en una situación mucho más grave. Un burro al menos tiene buenas orejas y facilidades vocales, mientras que nosotros no tenemos nada del mundo espiritual. Estamos absolutamente separados de él. Eso se debe a que el mundo espiritual es la cualidad de otorgamiento. Entonces, ¿cómo podemos sentirlo en el deseo egoísta? ¿Puede el otorgamiento vestirse de recepción? ¿Puede el fuego vestirse con agua? Por supuesto que no.
Por lo tanto, nuestro enorme deseo no sólo está dirigido hacia una idea abstracta, sino a que la Luz Superior nos corrija. A este deseo deben estar unidos tres componentes: Israel, la Torá y el Creador. En otras palabras: la Luz superior, el grupo y yo. La Luz es lo que me corrige; yo nunca lograré nada solo. De tal manera que en la Convención de “Garantía Mutua”, elevaremos un MAN: un deseo, una súplica, una necesidad para que la fuerza superior nos corrija. Esta es toda la esencia y el objetivo de la Convención.
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