Hemos avanzado y nos hemos desarrollado en un ascenso constante; nuestro ego
creció con los años hasta que se volvió “redondo”. Siempre hemos sabido
qué hacer con él, cómo equilibrarlo. Una y otra vez nos impulsó hacia
adelante hacia nuevos logros. Siempre nos las hemos arreglado con él:
construimos, inventamos y añadíamos algo. La deficiencia nos impulsaba
hacia adelante y llegábamos a un llenado. Si no lo podíamos alcanzar
directamente teníamos revoluciones. Las generaciones han cambiado; hubo una
época de esclavitud, feudalismo, la edad media pasó, vino el
capitalismo y eventualmente hemos llegado a la última fase, el
comunismo. En un estado “redondo” no puede haber nada excepto conexiones
mutuas basadas en la garantía mutua.
Tenemos que decir que es el Creador quien
evoca la deficiencia cada vez, mediante eso, el ser creado recibe el
poder y la mente para llenar la deficiencia. El cambio de eras y los
momentos especiales son tipificados por revoluciones, dado que esas
transiciones sólo son posibles mediante problemas, mediante cambios
dramáticos. Entonces hoy, en nuestro estado actual,
tenemos que actuar de acuerdo al nuevo liderazgo. Todos los enfoques y
métodos antiguos no funcionarán hoy ya que todos fueron buenos hasta el
momento en que comenzamos a volvernos “redondos”. Ahora recibiremos
golpes ya que no nos estamos ajustando a lo que sucede a nuestro
alrededor. Esas no son las insinuaciones de nadie,
sino el proceso natural de los eventos; si no nos ajustamos a las
condiciones externas, no puedes culpar a nadie por el resultado. Por
ejemplo, ¿Qué sentido tiene culpar a otros si saliste en un frío día de
invierno sin abrigarte? De la misma manera, estamos entrando a un nuevo
mundo sin habernos ajustado a este. Ha sido probado científicamente que en la
nueva era necesitamos un mayor grado de unidad, conexión y
cooperación. Pero permanecemos como estábamos y entonces no estamos
adaptados a la nueva realidad, a la fuerza de liderazgo que nos ha
encerrado en un sistema “redondo”. Por más de cien años los científicos y
expertos han estado escribiendo acerca de eso, ¿entonces a quién culpar
si no escuchamos?. El costo de no adaptarnos a las
condiciones que ya cambiaron será la bancarrota global, el colapso
sistemático y tal vez incluso una guerra mundial ¿Cómo puede ser de
otra manera si obstinadamente nos negamos a ajustarnos a la unidad
y la conexión que requiere el nuevo estado? Somos como la persona que
mató a sus padres y pide misericordia a la corte porque es huérfano.
Entonces ha llegado el momento de
adaptarnos al mundo global, el cual continuará haciéndose incluso más
“redondo”. Es imposible continuar viviendo como en el pasado, la única
manera hoy es la unidad y la conexión, de acuerdo con el mundo que se está volviendo uno ante nuestros ojos.
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