En nuestro asunto, el beneficio de todas y cada una de las
personas dentro de su colectivo es evaluado no de acuerdo a su propia
bondad, sino de acuerdo a su servicio al público. Viceversa, nosotros
estimamos el atributo de maldad de todos y cada uno de los individuos,
sólo de acuerdo al daño que uno causa al público en general, y no por mi
propio valor individual. Esas cosas son claras como el agua,
tanto desde perspectiva de la verdad que hay en ellas como desde la
perspectiva del bien en ellas. Esto se debe a que lo que se encuentra en
el colectivo es sólo lo que se encuentra en el individuo. El
beneficio del colectivo es el beneficio de todos, cada uno de los
individuos: quien daña al colectivo toma su parte en el daño, quien
beneficia al colectivo toma su parte en el beneficio, dado que los
individuos son parte del todo y el todo no tiene de ninguna manera más
valor que la suma de sus individuos. El egoísmo no nos permite entender y
aceptar esto; éste distorsiona la imagen. Sin embargo, al observar estas
cosas imparcial y objetivamente, tendremos que aceptar que todo es como
es. Si ustedes siguen la lógica simple normal, es claro que así es como
debe ser. La naturaleza es un mecanismo integral unificado. Obviamente cada parte en este depende de todas las demás y el sistema
como un todo depende de todas sus partes. En este caso, por supuesto, el
beneficio individual y el beneficio colectivo son lo mismo.
Pregunta:
Pero la rueda dentada individual en este mecanismo no tiene libre
albedrío ¿Entonces cuál es el punto de decir si es buena o mala?
Dr: Laitman
En realidad, la rueda en sí misma no tiene libre albedrío. No puede
decidir si debe o no rotar para el beneficio de la comunidad. Cada uno
hace lo que él o ella está predestinado desde Arriba a hacer. Sin embargo, este sistema tiene un
mecanismo similar a un embrague: el asunto es el grado en el que estoy
comprometido con la “maquinaria” para rotar con ella sin hacer
preguntas.
Pregunta: ¿Entonces tenemos libre albedrío?
Dr: Laitman
Está en querer rotar, o en rotar contra tu voluntad. Mi libertad es un
acuerdo. Pero estaré trabajando en cualquier caso, ya sea “bajo la
prensa”, bajo la presión del “rodillo del desarrollo”, o por nuestro
propio acuerdo, con placer. En general, el sistema es perfecto,
actúa con absoluta eficiencia, pero yo lo siento y percibo, de acuerdo a
la medida de mi consentimiento hacia su trabajo. En adición, otros lo
ven de la misma manera y entonces al final, todos sentimos el defecto
colectivo del desacuerdo, del individuo o del sistema. Sin embargo, nuestra percepción no afecta al sistema en sí.
Pregunta: ¿Cómo podemos acelerar la corrección?
Dr: Laitman
Deseando estar de acuerdo con el trabajo del sistema, con el movimiento
de sus partes. Esto cambiará todo en mis sensaciones. Yo añado y no
retiro nada en la verdadera realidad; la diferencia está sólo en cuán
distorsionada está su imagen por el “espejo deforme” de mi egoísmo.
Toda mi vida se despliega sobre este
lienzo al “pintarme” en relación al verdadero sistema, estando en
desacuerdo de una manera u otra. Yo le llamo a esta imagen “mi mundo”.
En esencia, es un retrato, una impresión de mi desacuerdo con la
naturaleza original, con el amor absoluto. Todo mi ser es la proyección
en cierta “pantalla”, que bosqueja esta “discrepancia de opinión”. No
veo el sistema real; no veo nada, sino mis propios defectos internos.
Pregunta: ¿Existe algo que esté separado de la plenitud de percepción, mi “rincón” personal?
Dr: Laitman
Si. Yo puedo sentir mis deseos según el grado de su oposición al
sistema. Así, mi mundo, como la realidad espiritual, también consta de
613 partes, pero cada una de ellas aparece ante mí como opuesta al todo. Esta oposición está dividida en 125
grados o etapas de equivalencia de forma o de no equivalencia. Ahora
estoy de alguna forma más allá del último grado, del 125, en completa
separación, en absoluta falta de entendimiento, después, al elevarme
cada grado, descubriré la discrepancia entre el sistema y yo a una mayor
resolución, al corregir esos defectos, me acerco al acuerdo, a la “fe
completa”, a la completa adhesión. Así, por el momento, yo me veo y me
siento sólo a mí mismo en relación al estado que quieren mostrarme. Por
supuesto, por comparación, no se me ofrece inmediatamente el mundo del
Infinito, el sistema ideal de la naturaleza, el Creador. Es imposible
porque en este momento puedo distinguir sólo una diminuta discrepancia,
como un niño que es alentado a estudiar bien en clase, si tiene éxito,
es alabado como un “excelente” estudiante.
Al mismo tiempo debemos recordar: Ahora yo me veo a mí mismo y nada más.
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