
No es fácil responder a la pregunta de ¿cuál es el punto a partir del que la persona puede determinar si va a recibir placer del egoísmo o del otorgamiento? ¿Quiere la persona ser esclava de Faraón o al Creador? Nuestra tarea principal es llegar a un punto donde pedimos cambiar nuestro gobernante, para que la fuerza de otorgamiento gobierne sobre nosotros en vez de la de recepción. Estudiamos la Cabalá y llevamos a cabo todas las recomendaciones de los cabalistas para poder hacer esta elección. Podemos llegar a esta elección, ya sea por el camino del sufrimiento, a través de la progresión natural del tiempo (Beitó), o por el camino de la Luz (Ajishéna). En el camino del desarrollo natural, sólo nos esperan golpes. Es cuando el Creador quita todos los placeres posibles que proceden de Faraón, de nuestro egoísmo, o el deseo de recibir para sí mismo, y por lo tanto experimentamos sufrimiento. Es por eso que estamos listos para salir del gobierno del Faraón y nos distanciamos de él. Después de todo, la propia naturaleza nos obliga a evitar eso que nos causa sufrimiento. Y luego está el camino de la Luz, “acelerar los tiempos” (Ajishéna). Esto es cuando nuestro deseo egoísta es todavía el que nos permite recibir placer, pero nos dedicamos a realizar diversas acciones para construir una nueva actitud hacia el deseo de otorgar. Y a pesar de que recibo placer egoísta y estoy bajo el dominio del Faraón, no siento esto como algo negativo: Estoy disfrutando la vida. Sin embargo, empiezo a buscar una manera de elevarme por encima de él y de no depender más de él, para empezar a valorar el atributo de otorgamiento. Esto significa que trato de caminar por el camino de la Luz, para que el atributo de otorgamiento que me afecta y me da el entendimiento de que el faraón es un gobernante malvado. Su mal no está en los placeres que me da, sino en mí al recibir estos placeres para mi propio bien. Este criterio totalmente nuevo se basa no en los placeres, sino en su dirección, en quien recibe: los demás o yo (o el Creador, junto con los demás). Y entonces en vez de juzgar el camino por medio de sensaciones, de acuerdo con el placer o el sufrimiento, me cambio a un cálculo lógico de lo que es el bien y el mal, de lo verdadero en contraposición con lo falso. Me doy cuenta de que la verdad es el otorgamiento, la fuerza superior, el Creador, ¡y quiero esta verdad! Y aunque me siento bien bajo el gobierno de Faraón, aun así quiero adherir al otorgamiento. Si la persona llega a tal realización, se eleva por encima de la evaluación natural o de la animal (Beitó) y toma decisiones en el nivel de “Ajishéna”, empujándose así hacia la salida del dominio del Faraón. Y entonces él no necesita pasar por el sufrimiento físico y recibir golpes en el deseo de recibir a través de las diversas crisis que sentimos en el mundo de hoy y los cuales solo se incrementarán en el futuro, si continuamos el progreso por el flujo natural de los acontecimientos (Beitó). Su sufrimiento se convierte en el sufrimiento en el camino de “Ajishéna”, el sufrimiento del amor. Después de todo, él aspira al otorgamiento, algo opuesto a amarse a sí mismo. Él pide al Creador, o la Luz superior, que cambie su placer egoísta por el placer del otorgamiento. Así avanza la persona.
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