
Sólo del hombre y de la mujer, nace un hijo. Sin embargo, ninguna emanación es posible ni del hombre ni de la mujer por sí solos. De acuerdo al Musar (Ética), lo masculino se llama la fuerza del otorgamiento, y lo femenino la fuerza que recibe, y la noción de los frutos, se refiere a las buenas acciones, en las que van implícitas el espíritu de la vida. Así, cuando una persona sólo dispone de la fuerza de otorgamiento, no hay esfuerzo. Hay una regla básica: “Según el esfuerzo es el salario”. Y como sólo dispone de la fuerza para otorgar, indefectiblemente, le falta el esfuerzo. “No te esforzaste y no hallaste, no lo creas” (Meguilá 6). Y si sólo dispone de la fuerza de recepción, y no tiene chispas de otorgamiento, entonces no es posible hacer una elección, estar harto de lo malo y elegir lo bueno, y no tiene fuerza para elegir según la escala del mérito. Así, sólo en el momento en que las dos fuerzas se igualan, es decir la fuerza de recepción y la fuerza de otorgamiento, entonces hay lugar para el trabajo y el esfuerzo, para así superarse mediante el esfuerzo y la elección por la escalera del mérito. Y entonces la acción basada en la escala de la virtud es considerada el hijo, es decir que el Creador provee a esa acción con el espíritu de la vida. Y a esto se le llama “Dondequiera que se mencione Mi Nombre, Yo vendré y te bendeciré”.
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