Lo
más inusual en la sabiduría de la Cábala ocurre cuando un principiante
escucha el mensaje acerca de “amor, unidad, e inclusión mutua” que son
totalmente contrarios a nuestros deseos naturales. Al
principio, la Cabalá nos parece una ciencia dura convencional: “Quiero
entender el sistema, estudiar los fenómenos tras la fachada de la
naturaleza, comprender la fuerza superior y los principios de su
trabajo, aprender las leyes del universo y encontrar las causas ocultas
de su historia” En otras palabras, una persona tiende a estudiar
fórmulas concretas y después descubre que eso es amor absoluto. ¿Existe alguien que haya abordado
seriamente este tema? ¿Hollywood? Las personas serias están sentadas en
Wall Street, mientras que el amor es el dominio de tipos raros y de los
“bohemios”. Toma mucho tiempo comenzar a entender el
mensaje de amor. Toma años para que esta información “penetre nuestra
piel” y llegue al corazón de uno. Nuestro egoísmo no está dispuesto a
aceptar cosas como el amor, ni aprueba el mensaje de que sólo a través
de la unidad revelamos una nueva realidad y sólo debido al amor
ascendemos a nuestro estado más elevado, nos volvemos más benevolentes y
revelamos nuevos mundos. Nuestra experiencia material no proporciona
ningún ejemplo de lo anterior, ni prueba esas afirmaciones de ninguna
manera. Algunas personas tienen mayor tendencia a
aceptar esas ideas; para otros, este mensaje es realmente difícil de
comprender, depende de qué tan listas estén nuestras almas y de la
“profundidad” del deseo (Aviut). También requiere de persistencia,
diligencia y un sentido de expresa necesidad de alcanzar este estado.
Si ambos factores, un fuerte rechazo y una abrumante atracción, nos
fuerzan a permanecer en nuestro camino sin importar qué suceda,
entonces, incluso antes de alcanzar el amor aun así descubrimos que todo
depende de nuestras cualidades. La Luz superior nos influye y provoca
varias impresiones en nosotros; así, comenzamos a darnos cuenta que
nuestros cambios internos o cierran o abren la imagen del mundo superior
para nosotros. Algo “hace click” dentro de nosotros,
comenzamos a ver mucho más y a tener sensaciones más profundas que nunca
antes. Continuamos penetrando en la estructura de la realidad;
adquirimos un entendimiento más amplio y más claro de ello; todo depende
de nuestro corazón. Es el lugar donde sentimos y distinguimos entre
todos, entre todo que estamos dentro del campo de nuestra visión y
sensaciones.
Después, la “puerta” se cierra, como si
una nube negra descendiera sobre nuestras sensaciones e intelecto,
ahora una vez más, dejamos de entender y sentir cualquier cosa, como si
camináramos en un sueño y apenas pudiéramos lidiar con nuestras
responsabilidades. El tiempo pasa, la puerta se abre una vez más y
después, se cierra otra vez. Entonces gradualmente comenzamos a darnos
cuenta de que todo depende del nivel de apertura o de cierre de nuestra
mente y nuestras sensaciones. Después penetramos más profundamente
en el núcleo del mecanismo que cierra y abre las puertas. Después
pasamos por esos estados muchas veces, nos damos cuenta que la “puerta”
nos lleva no sólo algún lugar fuera de nosotros, sino hacia otros.
Cuando nos sentimos extremadamente cercanos a ellos, nuestros ojos y
oídos se abren y avanzamos. Cuando estamos lejos de ellos, todo se
cierra. Esta es la manera en que la luz nos
impacta, formando así gradualmente la conexión entre nuestras
sensaciones y mente y construyendo nuestras actitud hacia nuestros
amigos, añadiendo más cuidados mutuos, profundizando las sensaciones y
apertura mutuas, familiarizándonos con el mundo superior y el estado
superior. En esta fase, una persona se da cuenta que este mundo no está
en algún lugar en las nubes, ni más allá del horizonte, sino
concretamente en nuestras sensaciones: mientras más nos abrimos hacia
los otros, más alto nos elevamos. Gradualmente, nos acercamos a los
“límites” y comenzamos a distinguir los detalles de nuestro deseo de
recibir. Nos separamos en peldaños y niveles; en vista de eso,
construimos los deseos a un lado de la mente. Toma tiempo. Tenemos que incluirnos en
el grupo tanto como podamos; literalmente “arrojarnos” hacia el grupo
como si nos arrojáramos al mar; “perdernos” en este, disolvernos entre
nuestros amigos. Debido a este tipo de “auto-aniquilación”, uno “es
empapado” en los otros y se da cuenta que no es importante lo que
obtenemos de esta conexión e inclusión mutua. Todo lo que viene de
nuestros amigos es el territorio del Creador. Todo lo que está en mí es
el territorio de la inclinación al mal, el “ángel de la muerte”. Cuando uno realiza todo esto, el
requerimiento “amar a mis amigos” surge. Uno siente que los necesita y
se esfuerza por relacionarse con ellos como si fueran muy cercanos a él,
como una madre que internamente y de forma permanente abraza a sus
hijos con el fin de protegerlos de cualquier daño. De este punto en adelante, se vuelve
mucho más fácil avanzar, dado que uno ya ha construido su parte
correctamente: Uno ya sabe que todo está dentro de él, dentro de sus
sensaciones, en su actitud hacia los amigos y semejantes que en realidad
son partes de su propia alma. Él entiende que en lugar de ver la
exterioridad, en la forma de naturaleza inanimada, vegetativa, y
animada, tiene que observar los detalles “externos” que son producidos
por su mente y sentidos como algo que le pertenece, pero al mismo tiempo
está separado de él por la “nube” y “polvo” que cubren mi percepción
del mundo. Significa que uno tiene que regresar una imagen clara aun
cuando existe una confusión creada por la inclinación malvada; él tiende
a fusionarse con la imagen correcta del mundo y se vuelve una sensación
e intelecto unificados.
Esta es la esencia de nuestro trabajo.
Si nos las arreglamos para hacerlo, gradualmente ascenderemos la
escalera de los mundos. Hasta el grado de nuestra habilidad para
regresar a nosotros nuestras partes “externas”, las sentimos como siendo
llenadas por la Luz superior.
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