Este es un egoísmo primitivo, inherente a toda la raza
humana y todos los habitantes de este mundo sienten sus manifestaciones
en mayor o menor grado, en varias formas, cada uno de acuerdo a su
naturaleza. Nosotros necesitamos considerar la historia de la humanidad
no como la vida de nuestros cuerpos animales, sino como el desarrollo
del deseo en el grado hablante. Cuando observamos el mundo, vemos cuán
difícil es la vida de las personas, cuánto necesitan luchar y aplicar
esfuerzos por ella. Todos están luchando por su existencia ¿Pero por qué
está organizado así? Todo esto es para que entendamos lo inútil de
nuestro deseo. No es un accidente que nos quejemos
tanto de la vida y el sufrimiento. Esta vida intencionalmente nos fuerza
a sufrir para que decidamos que nuestro egoísmo, nuestro deseo de
disfrutar, está matándonos, y entonces queramos elevarnos hacia afuera
de este, hacia el siguiente grado. Si no prestamos atención a nuestros
cuerpos, sino que miramos hacia el deseo común, veremos que este crece
de una época la siguiente y al crecer, sufre cada vez más, de forma más
cualitativa. Aunque la persona tiene todas las cosas
materiales, su deseo ha crecido hasta un deseo más humano y ella no
siente la satisfacción de una vida con el estómago lleno. Si alguna vez
las personas peleaban por un pedazo de pan, hoy no mueren de hambre,
pero sufren por otras causas.
De esta manera se desarrolla, avanza el
deseo común del cual somos parte y como resultado nos lleva a la
necesidad de resolver este problema. Es imposible continuar viviendo
dentro de este egoísmo que nace sólo para sufrir. No hay nada más qué
hacer sino decidir que deseamos elevarnos por encima de este, crecer en
una dirección diferente. No queremos incrementar más este deseo
para que en vez de querer mil queramos dos mil y de acuerdo a este deseo
dupliquemos nuestro sufrimiento, después querer cuatro mil y sufrir
aún más. Nosotros necesitamos usar nuestro deseo de forma diferente, no
tratar de satisfacer al cuerpo animal, sino a nuestro verdadero cuerpo
que está por fuera de este animal: elevarnos por encima del animal, por
encima el caballo hasta el nivel del jinete. Esta tarea debe ser la meta
de nuestra vida. La humanidad revela esto y ahora está en
una encrucijada. Gradualmente comienza a caer en cuenta que se dirige
hacia la destrucción total si no cambia su naturaleza. Nosotros
tenemos el conocimiento y entendimiento de lo que debe hacerse. Tenemos
el método que tratamos de realizar por nosotros mismos y dar un ejemplo
para el mundo entero, convirtiéndonos en una luz para todas las
naciones. Queremos separarnos del egoísmo que
afirma “¡reinaremos!” nos fuerza a servirle a nuestro cuerpo animal;
queremos elevarnos desde su nivel y conectarnos al humano que hay dentro
de nosotros. Este ser humano dentro de nosotros no existe, existe sólo
un punto a partir del cual debemos desarrollarlo. Esta chispa, llamada
“el punto en el corazón”, existe en todas las personas. Pero hay
personas en las cuales éste arde y les requiere su realización. Es por
eso que a nuestro alrededor en todo el mundo existen personas que son
capaces de realizar esta oportunidad y de construir a partir de este
punto al jinete, al humano, que por el momento se oculta en el interior
como una gota de semen. Es necesario implantar esta gota en el
vientre, que es el grupo. Cuando nos adherimos al grupo, como una gota
de semen en el útero, entonces a partir de esta adhesión comenzamos a
obtener la fuerza superior, la revelación del Creador. Existen tres
componentes: mi gota, mi grupo, el Creador, el cual se revela en este.
Entonces yo comienzo a recibir sustento, fuerza a través de este
grupo y así crezco. En realidad, yo crezco debido al hecho
de que a través del grupo recibo la fuerza del Creador y mi deseo de
disfrutar también está creciendo y aparentemente quiere interceptarme.
Pero debido al hecho de que atraigo la Luz que Reforma hacia este, esta
materia en bruto, sin forma, comienza a adquirir la forma de Adam, similar (Domé) al Creador. Yo no sé qué significa ser como el Creador
y siento varios obstáculos. Pero precisamente esos obstáculos me
muestran de qué forma debo resistirlos, pedir adhesión al grupo, y
exigir la influencia del Creador. Debido a esto, mi deseo comienza a
tomar la forma humana. Es como el embrión que pasa a través de las
diferentes etapas de su crecimiento, se somete a todo tipo de cambios,
toma diferentes formas, hasta que finalmente luce como un ser humano.
Así, nosotros alcanzamos un estado de preparación completa para nacer en
el mundo espiritual. Y la primera etapa es adherirme al útero, es
decir, al grupo, y tratar a través de este, de obtener sustento desde
Arriba, la Luz que Reforma.
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