El compara
la meta prevista, que finalmente debe revelarse en la fiesta, cuyos
invitados asisten con gran deleite. Por eso, él dice, “ el juicio es
verdadero y todo está listo para la fiesta”. Por lo tanto, hay una comida y a los
invitados se los debe invitar. Los invitados deben tener buen apetito,
es decir que deben tener hambre y una deficiencia lo suficientemente
grande como para que coincida con el deseo del huésped. Él ha preparado
todo para ellos, pero el problema es que los invitados no pueden ser
indiferentes a la comida, sino que en realidad deberían querer este
llenado. Su deseo debe revelarse en ellos en forma independiente, de
acuerdo con su libre albedrío. Nosotros sabemos cuán desagradable puede
ser el tener hambre si no hay comida a la vista. Sin embargo, no
debemos ver la comida con antelación ya que, si la vemos, con ellos
disminuimos nuestro apetito y podríamos llegar a la mesa sin la
preparación adecuada, sin un anhelo real, lo cual es lo más importante. Por lo tanto, el inferior tiene que
hacer algo con el fin de prepararse para la comida. Se trata de una
preparación muy minuciosa y “astuta”. No es el anfitrión, quien
despierta al huésped, sino que es el propio huésped quien prepara todas
las deficiencias necesarias con el fin de saborear con gusto todas las
delicias que el anfitrión ha preparado para él. Es más, él debe comer
sólo en aras del anfitrión y no por su propio bien. Nosotros no debemos usar nuestro apetito
de manera natural. No debemos llenarnos con los placeres a los cuales
está acostumbrado nuestro ego. En primer lugar, debemos pasar a través de toda una serie de correcciones graduales,
hasta que el invitado se eleve al mismo nivel del anfitrión. Allí, ya
no se trata de una comida. Ésta ya no está en el primer lugar, sino que
desaparece. El espíritu de ustedes está por encima de la comida y es
independiente de la comida que se sirve. El ser creado debe pasar por una serie
de cambios graduales en su deficiencia. En primer lugar, él anhelaba
placeres materiales menores sólo para su propio bien, totalmente
separado del anfitrión. Durante la primera fase, hubo una necesidad por
los más simples modelos de placer, sufrimiento, a fin de empezar y
experimentar esta sensación. Más tarde, sin embargo, la aclaración se
dirige a un nivel más elevado y no sólo con el fin de recibir los
refrescos del anfitrión que los sirve. Nuestra relación se vuelve más
personal, surgen nuevas preguntas por encima de la cuenta de tomar,
recibir y se revelan las nuevas capas. Sólo son los huéspedes quienes se
desarrollan, por supuesto, hasta que la persona siente que simplemente
debe devolverle el favor al anfitrión, puesto que de lo contrario,
arderá de vergüenza. Luego, resulta que el problema no es
anular vergüenza en absoluto, aunque está muy bien que la sienta, dado
que, gracias a ella, yo puedo sentir mi otorgamiento
al anfitrión, disfrutar de ella mucho más que cualquiera platillo que
esté sobre la mesa. Sin importar cuanto haya, esto es sólo en el nivel
de Nefesh, y la oportunidad de darle contento al anfitrión ya está en el nivel de Ruaj. Posteriormente, yo recibo los refrescos de él, pero sólo por su bien y esto ya es el nivel de Neshama. Sin embargo, aun así yo siento el
resultado dentro de mí, mientras que el verdadero otorgamiento tiene que
ser incondicional, puro y sin ninguna demanda de una recompensa.
Simplemente quiero otorgar, elevarme por encima de cualquier resultado
proveniente de los esfuerzos que haya hecho. He atravesado todo el
camino, y ahora ni siquiera quiero saber que mi otorgamiento llegó hasta
el Creador. Lo más importante es que Él se sentirá bien y no importa si
Él no sabe de quien recibe esta bondad, si se trata de mí o de los
demás. Este es el nivel de la Luz de Jaya. Así, nosotros alcanzamos esto,
independiente de las cuentas entre el huésped y el anfitrión en la mesa
con los refrescos. Esta es la Luz del Yejida.
Al ascender el nivel de otorgamiento, la persona alcanza al Creador. En este proceso sólo el invitado cambia y
la deficiencia que adquiere se convierte en su propia deficiencia
genuina. Él debe separarse del anfitrión con el fin de encontrar por sí
mismo un nuevo déficit cada vez, a pesar de la revelación del Creador. Nuestro problema es mantener el punto de
separación, el “algo a partir de la nada”. El invitado confía y
enfatiza en éste punto cada vez más, dado que sin él, no tiene derecho a
existir. La comida y todas las Luces y vasijas
que están relacionados con Él, permanecen sólo hasta el final de la
corrección, cuando nosotros revelamos el anfitrión y estemos en adhesión
con Él.
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