Imaginen que ustedes de repente descubren que la persona que está
sentada a su lado, a quien apenas conoce y cuyo nombre ni siquiera
recuerdan, es su hermano. Su madre les envía una carta diciendo: “Los he
visto a los dos sentados juntos y estoy abrumada. ¡Cómo puede ser que
mis dos hijos se hayan reunido de repente! No tenía idea qué era de la
vida de él
¡Fue secuestrado cuando era un niño pequeño y aquí está de
repente, justo al lado, qué alegría!”
Súbitamente descubren que son hermanos y
sus relaciones cambian totalmente. Esto es lo que tratamos de entender.
Ustedes descubrimos repentinamente que el otro no sólo es a su lado,
sino dentro de ustedes y esto no tiene nada que ver con los lazos de
sangre o con el hecho de tener la misma madre o padre, sino que se debe
directamente a ustedes. La adhesión es el estado en el que otra persona
se vuelve más importante para ustedes que ustedes mismos. Si la parte la
llamada el otro está separado de ustedes, se mueren. ¡Así que no pueden
aceptar eso! Su vida no vale nada sin conexión. Esta es la única cosa sobre la que habla
la sabiduría de la Cabalá: la falta de conexión y la conexión. No
existe nada además de eso. Nosotros tenemos el deseo de recibir, el cual
no entendemos y sobre el que aprendemos por medio de la Luz que lo
llena desde la ruptura hasta la corrección, es decir, por medio de la
conexión. No hay otras acciones, aparte de esas. Si hablamos de la
percepción de los colores, de la música o de los sonidos, sólo los
sentimos como movimiento: ya sea lejano o cerca uno del otro. Nosotros no sentimos a aquellos que
están lejos o a los que están cerca, no alcanzamos la esencia, sólo
sentimos el cambio. Cada instrumento ha sido construido de acuerdo a
este principio. Podemos parecernos entre nosotros en cuanto a los
diferentes atributos, en los diversos niveles, de distintas maneras. No
conocemos la esencia del deseo de recibir, que es algo de la nada. Es
más, no sabemos qué es un deseo de otorgar, algo de algo. Nosotros
existimos en un estado de relaciones cambiantes entre nosotros y esto
es lo único que percibimos. Si el deseo de recibir y el deseo de
otorgar no se movieran mutuamente uno hacia el otro, entonces no
sentiríamos nada en nuestro deseo de recibir y dejaríamos de existir.
Todo depende de los cambios en nuestras relaciones, o sentimos un amor
mayor o bien un amor menor. Esto es lo que realmente sentimos. Nosotros
no estamos en los atributos reales del deseo de recibir y del deseo de
otorgar, sino en una derivada que determina el cambio en nuestra
relación. Esto significa que al percibir sólo los cambios, nosotros no
medimos la velocidad sino la aceleración.
Si nos movemos en una velocidad
constante, no sentimos nada y es como si nos encontráramos en el mismo
lugar (de acuerdo al principio de relatividad de la mecánica). Sólo si
hay un cambio en la velocidad, es decir, si aceleramos, comenzamos a
sentir esto. Resulta que vivimos en esta derivada y que nunca
conoceremos la verdadera esencia, el algo de la nada y el algo de algo,
porque somos el resultado de la unión los dos.
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