Sin embargo, antes de ser recompensados con el hecho de que se invierta en nosotros el deseo de recibir por medio de la Torá, las Mitzvot y se convierta en recepción a fin de otorgar, hay fuertes cerraduras en esas puertas hacia el Creador, porque entonces ellas tienen el rol contrario: alejarnos del Creador.
Este es el rol de ellas, como coquetear, burlarse del deseo, aumentarlo y encenderlo cada vez más para que éste quiera más y más. La deficiencia se incrementa por medio del rechazo, y así llegamos a un deseo lo suficiente fuerte como para romper la puerta.
Es por esto que las fuerzas de separación son llamadas “cerraduras”, ya que bloquean las puertas de acercamiento y nos alejan del Creador. Pero si las superamos de tal forma que no nos afecten, enfriando Su amor desde nuestros corazones, las cerraduras se vuelven puertas, la oscuridad se convierte en luz y lo amargo se vuelve dulce. Por encima de todas las cerraduras, recibimos un grado especial en Su Providencia y ellas se vuelven aberturas, grados de alcance del Creador. Esos grados que recibimos en las aberturas se convierten en pasillos de sabiduría.
Con la ayuda de estos movimientos, rechazo y cercanía a la puerta, de nuevo el rechazo y la cercanía, nos bombeamos a nosotros mismos, de tal forma que tengamos la fuerza para irrumpir. Entonces, esas cerraduras se convierten en aberturas. Por supuesto, la primera abertura es la más difícil de atravesar.
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