Si quiero alcanzar la equivalencia de forma con la Luz y otorgar a los demás, entonces me convierto en un Partzuf espiritual. Después de todo, restrinjo mi deseo de recibir y me conecto con los demás, quienes se convierten en mis nueve Sefirot superiores. Y les otorgó a través de mi deseo de recibir, mi Maljut. Y cada uno en la decena hace lo mismo.
Después, a través de la conexión mutua entre nosotros, creamos una red, “una decena”. Esta decena no se construye sobre el otorgamiento individual de cada uno hacia los demás, sino sobre el mutuo otorgamiento grupal. Mediante esto, adquirimos un nuevo nivel de otorgamiento y una Sefirá común aparece ante nosotros, la Sefirá de Keter (el Creador), tanto como un Maljut común hecho por el Creador, a través del cual Le queremos otorgar. Y luego, la decena se convierte en uno. Este es un Partzuf espiritual perfecto donde existe un alma —no en cada uno de nosotros individualmente, sino en la conexión de cada uno con todos los demás.
Cada uno de nosotros es como una célula en el cuerpo. Pero si nos conectamos, entonces nos convertimos en un órgano que puede, desde dentro de sí mismo, descubrir lo que es la actitud del Creador ante él. Por mi mismo no soy capaz de experimentar esto, sino sólo si me conecto con los demás y construyo el sistema a partir de nuestras conexiones. Y después, dentro de este sistema puedo revelar la fuerza de otorgamiento, al Creador.
Esto se vuelve mi Kli, mi alma. El alma es un instrumento para la revelación del Creador.
No tengo que dar nada al Creador. Pero al dar a los demás, ofrezco al Creador un lugar para ser revelado. En otras palabras, Lo revelamos al construirlo en las conexiones entre nosotros.1
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