Sólo nos podemos unir mediante el ataque. Después de todo, poseemos una fuerza que se resiste a la unificación en cualquier forma posible. Pero esta fuerza no nos limita para hacer algo en este mundo. El egoísmo de las personas en este mundo no es un impedimento; este sólo contribuye al desarrollo.
Por lo tanto, el egoísmo no es algo malo. Al contrario, si un niño no quiere nada no buscará conquistar todo el mundo, será subdesarrollado y eso será alarmante.
Cuanto más egoísta se es en este mundo, mayor es la capacidad para tener éxito. Sólo se requiere dirigir el egoísmo en la dirección correcta, para que no sea destructivo y no dañe a la sociedad. Pero si gracias al egoísmo la persona hace un gran trabajo y alcanza mucho, es sólo para sí misma y para beneficio del mundo.
Para ser más preciso, no es incluso egoísmo, sino la fuerza de desarrollo inherente al programa de la evolución, en toda la naturaleza, incluyendo a todas las personas. El egoísmo verdadero, sobre lo que está escrito, “He creado la inclinación al mal, he creado la Torá como condimento” se manifiesta sólo cuando aspiramos a la unificación. Entonces, dentro de la unidad, revelamos el poder que la impide.
El deseo de unir es nuestro deseo de corregir el sistema del alma general, el primer hombre, Adam, que fue fragmentado. Nuestra obligación es corregirlo, para lo que el Creador creó la separación entre nosotros como un lugar para trabajar de modo que conectemos todas las partes rotas.
Cuando intentamos unirlas, revelamos la fuerza que impide la unificación. Esta fuerza es llamada “egoísmo”. La fuerza opuesta a esta, se llama “la Torá”, la “Luz que reforma”. Uno necesita saber cómo revelar esta inclinación al mal dentro de uno mismo. Es una serpiente que nos impide la unidad.
Uno necesita apreciar esta fuerza que se resiste a la conexión y no destruirla. Debemos reunir todas estas fuerzas e intentar superarlas. Luego descubriremos que no podemos hacerlo por nosotros mismos, porque esta es la fuerza que creó el Creador y por eso necesitamos la Torá, que es la Luz de corrección.
Sólo aquellas personas que se han dado cuenta de la necesidad de la unión, necesitan la Torá, que es la gran Luz que nos dirige hacia la unidad y la corrección.
A pesar de la enorme fuerza de la resistencia del ego, la fuerza de la Torá une nuestros corazones de piedra, los calienta, los derrite y los convierte en una lava hirviente, una fuerza única. Y luego, nos volvemos una vasija espiritual (Kli), a partir de las diez Sefirot, hacia la parte de Adam HaRishón que el Creador creó y rompió en pedazos.
Así es como avanzamos y todo comienza con nuestro deseo por la unidad. No deben buscar la inclinación al mal en ningún otro lugar, sino sólo dentro de la unión. En este caso, se mostrará. No buscamos el mal. Buscamos la bondad, la conexión y la unidad; entonces, revelamos el mal.
Siempre nos movemos en la línea derecha y si la izquierda se muestra, significa que la necesitamos y debe estar en paralelo a la línea derecha. Entonces, debemos trabajar en la línea media, para usar correctamente la línea izquierda y la línea derecha, como un todo.
Por lo tanto, el egoísmo no es algo malo. Al contrario, si un niño no quiere nada no buscará conquistar todo el mundo, será subdesarrollado y eso será alarmante.
Cuanto más egoísta se es en este mundo, mayor es la capacidad para tener éxito. Sólo se requiere dirigir el egoísmo en la dirección correcta, para que no sea destructivo y no dañe a la sociedad. Pero si gracias al egoísmo la persona hace un gran trabajo y alcanza mucho, es sólo para sí misma y para beneficio del mundo.
Para ser más preciso, no es incluso egoísmo, sino la fuerza de desarrollo inherente al programa de la evolución, en toda la naturaleza, incluyendo a todas las personas. El egoísmo verdadero, sobre lo que está escrito, “He creado la inclinación al mal, he creado la Torá como condimento” se manifiesta sólo cuando aspiramos a la unificación. Entonces, dentro de la unidad, revelamos el poder que la impide.
El deseo de unir es nuestro deseo de corregir el sistema del alma general, el primer hombre, Adam, que fue fragmentado. Nuestra obligación es corregirlo, para lo que el Creador creó la separación entre nosotros como un lugar para trabajar de modo que conectemos todas las partes rotas.
Cuando intentamos unirlas, revelamos la fuerza que impide la unificación. Esta fuerza es llamada “egoísmo”. La fuerza opuesta a esta, se llama “la Torá”, la “Luz que reforma”. Uno necesita saber cómo revelar esta inclinación al mal dentro de uno mismo. Es una serpiente que nos impide la unidad.
Uno necesita apreciar esta fuerza que se resiste a la conexión y no destruirla. Debemos reunir todas estas fuerzas e intentar superarlas. Luego descubriremos que no podemos hacerlo por nosotros mismos, porque esta es la fuerza que creó el Creador y por eso necesitamos la Torá, que es la Luz de corrección.
Sólo aquellas personas que se han dado cuenta de la necesidad de la unión, necesitan la Torá, que es la gran Luz que nos dirige hacia la unidad y la corrección.
A pesar de la enorme fuerza de la resistencia del ego, la fuerza de la Torá une nuestros corazones de piedra, los calienta, los derrite y los convierte en una lava hirviente, una fuerza única. Y luego, nos volvemos una vasija espiritual (Kli), a partir de las diez Sefirot, hacia la parte de Adam HaRishón que el Creador creó y rompió en pedazos.
Así es como avanzamos y todo comienza con nuestro deseo por la unidad. No deben buscar la inclinación al mal en ningún otro lugar, sino sólo dentro de la unión. En este caso, se mostrará. No buscamos el mal. Buscamos la bondad, la conexión y la unidad; entonces, revelamos el mal.
Siempre nos movemos en la línea derecha y si la izquierda se muestra, significa que la necesitamos y debe estar en paralelo a la línea derecha. Entonces, debemos trabajar en la línea media, para usar correctamente la línea izquierda y la línea derecha, como un todo.
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