La garantía mutua es un espacio entre nosotros: nuestro deseo en común. Todas las revelaciones espirituales ocurren allí. Y si un espacio así no se concretiza, no existe el deseo en común, sino sólo nuestros deseos individuales y egoístas. Construimos este espacio común al grado que yo me anulo a mí mismo y entro en este deseo colectivo; tú te anulas y te ubicas allí al igual que todos los demás. De otra forma, ¡no existe! Las vasijas dentro de las cuales recibes la Luz no son pre-fabricadas; tenemos que construirlas, tenemos que aspirar a la unidad. Al cultivarla de 0 a 125 grados, en cada grado percibimos una nueva imagen, una mayor revelación del Creador. Todos los libros “sagrados” (la Torá, El Zohar, etc.) nos hablan exactamente de esto: los grados de conexión que creamos al convertir nuestra maldad y rechazo entre nosotros en amor y unidad. Por lo tanto, la Torá entera se compone de historias que describen cómo se desenvuelve y se corrige el mal. Sentimos nuestro mundo en el “lugar de la unificación” como su ausencia; sentimos nuestra separación y no al Creador, el Único. Sin embargo, este mundo habita en ese mismo “lugar” entre nosotros, con una diferencia: aquí revelamos el grado de nuestra unidad rota y la ausencia del Creador. Entretanto, la unidad actúa como una resistencia que conecta el más y el menos. Dentro de ésta, se oculta mi ego, mi rechazo a los demás. Pero por encima de ella, hago un esfuerzo para unirme. Al hacerlo, creo la resistencia entre el rechazo y esfuerzo. Y entre mayor sea la diferencia, la resistencia entre los dos elementos, (“fe por encima de la razón”) más cantidad de Luz se revela.
La misma ley se aplica en la electrónica y en el mundo espiritual. A fin de cuentas, toda la Naturaleza consiste de “más” y “menos”, o las fuerzas de otorgamiento y recepción. La única forma de conectarlos es por medio de una resistencia, que podría ser cualquier tipo de receptor. Este receptor es el Adam que estamos construyendo: nuestra alma. Por consiguiente, por una parte, tenemos la fuerza de ruptura y por la otra, la fuerza de nuestro esfuerzo para crear la unidad. Pero no anula el rompimiento; nos unimos exactamente por encima de éste. Y como resultado creamos un espacio en donde la Luz que se expande desde las dos líneas, más y menos, puede trabajar y comenzar a afectarnos. A través de este trabajo, construimos nuestra “realidad humana”.
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