Si hubiéramos mirado sobre nosotros mismos desde afuera, de los límites de este mundo, entonces habríamos visto que “esta vida” no es la vida real. Estamos apartados totalmente de la noción autentica de lo que es la vida. Espiritualmente estamos muertos y nuestra realidad es una ilusión en un estado inconsciente, una chispa de corta vida que sostiene el mundo entero. Pero uno realmente vive solo cuando recibe la Luz y la mantenga por encima de sí mismo. No permitiendo que se apague este placer y en el mismo tiempo no permitiéndole entrar en su deseo de recibir directamente. La Luz y el deseo no se apagan uno al otro y al mismo tiempo no pierden la conexión mutua. Ellos son como una vela, como el aceite y el fuego que están unidos con una mecha.
El aceite es nuestra materia, nuestro deseo de recibir. La mecha es la pantalla (Masáj) la llama de la vela es la Luz. Mantengo el fuego por encima de mí, dibujo la frontera entre él y el deseo de tal manera que no lo rechazo totalmente, sino que lo retengo para el otorgamiento. Hago el cálculo constantemente de cuanto aceite debo añadir, cuanto deseo debo agregar para que las llamas ardan correctamente. Entonces mi vela no se apagará. Si conseguimos hacer esto, entonces experimentamos la vida eterna y perfecta. Esta posibilidad está delante de nosotros.
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