Hay muchos caminos para que uno llegue al asunto del amor y de la unidad. Como regla general, la palabra “amor” significa algo completamente diferente para nosotros: significa el llenado de nuestros deseos egoístas con comida, sexo, familia, riqueza, fama, conocimiento y así sucesivamente.
“Yo amo” significa esencialmente “yo quiero”. Cuando quiero recibir algo, significa que yo lo amo, que quiero que esto sea mío, que quiero acercarlo a mí y llenarme con eso. De esto se trata mi “amor”. En resumen, la definición interna de la palabra “amor” es “quiero recibir”. Esto se debe a que existimos en el mundo que se ha formado después de la ruptura, como la sabiduría de la Cabalá explica. Todo nuestro mundo es completamente egoísta, es por eso que nosotros desciframos la noción de “amor” como algo dirigido exclusivamente a uno mismo. Si yo amo algo, significa que quiero acercarlo a mí mismo, sentirlo y llenarme con él. Cuando yo lleno mi deseo, cuando me deleito en algo agradable, yo lo llamo “amor”. De la misma manera, no tenemos ningún aspecto de la otra mitad, de la otra fuerza existente en la realidad: de la fuerza de otorgamiento que también contiene el mismo concepto de “amor”. Sin embargo, allí amar a alguien significa satisfacerlos a ellos, darles a ellos lo que ellos quieren, en vez de lo que yo quiero. Esto es totalmente contrario a nuestra comprensión del amor. En el pasado, los seres humanos fueron cercanos a la naturaleza y sintieron de manera natural que existe otra fuerza de la naturaleza, la fuerza de otorgamiento en la cual “amor” quería decir que yo considero a los demás y les otorgo. Los cabalistas, al igual que muchas otras personas dotadas de una alta sensibilidad a la naturaleza, han revelado estas fuerzas. Y hubo mucha gente, además de los cabalistas que sintieron y descubrieron por sí mismos en todo tipo de formas que la fuerza de otorgamiento no es menor que la fuerza de recepción. Ellos se dieron cuenta de que en esta otra mitad de la realidad (en el otorgamiento) existen las mismas acciones que en la fuerza de recepción, sólo sus interpretaciones son diferentes, opuestas a las que usamos aquí en nuestro mundo. Nosotros, sin embargo, existimos sólo en la mitad de la realidad: en la recepción, en el deseo de llenarse uno mismo, puesto que somos consecuencia de la ruptura de los deseos (Kelim). Y el hombre sigue siendo en gran parte rota, mientras que los niveles inanimado, vegetativo y animado de la naturaleza, como Baal HaSulam escribe en el “Prefacio a la Ciencia de la Cabalá (Ptijá)“, ascienden y descienden junto con el hombre, sin ningún tipo de cálculo sobre sí mismos, sino sólo en la medida en que han de facilitar los cambios a los que el hombre debe someterse. Las religiones y creencias, desde el momento de su creación, han surgido del hecho de que ellos revelaron la otra fuerza existente en la naturaleza: la fuerza del otorgamiento. En el fondo ellos hablan del amor y la unidad. Así lo fue mientras ellos la mantuvieron de esta manera para unas pocas personas. Sin embargo, después de extenderla a las masas egoístas que no son tan sensibles, estas se convirtieron en un conjunto de ceremonias, rituales y otras acciones diversas. En ese momento comenzaron ellas comenzaron a utilizarse de manera egoísta: para llenarse uno mismo, en vez de llevar a la gente a la unidad, al amor, al otorgamiento y al equilibrio entre los dos sistemas. A medida que pasó el tiempo y la humanidad se desarrolló a lo largo de la historia, impulsada por el crecimiento constante del egoísmo de cada persona y de la humanidad en general, nos hemos distanciado mucho, incluso de ese entendimiento natural que la humanidad alguna vez tuvo, de la comprensión del otorgamiento y el amor inherentes a la otra mitad de la naturaleza.
“Yo amo” significa esencialmente “yo quiero”. Cuando quiero recibir algo, significa que yo lo amo, que quiero que esto sea mío, que quiero acercarlo a mí y llenarme con eso. De esto se trata mi “amor”. En resumen, la definición interna de la palabra “amor” es “quiero recibir”. Esto se debe a que existimos en el mundo que se ha formado después de la ruptura, como la sabiduría de la Cabalá explica. Todo nuestro mundo es completamente egoísta, es por eso que nosotros desciframos la noción de “amor” como algo dirigido exclusivamente a uno mismo. Si yo amo algo, significa que quiero acercarlo a mí mismo, sentirlo y llenarme con él. Cuando yo lleno mi deseo, cuando me deleito en algo agradable, yo lo llamo “amor”. De la misma manera, no tenemos ningún aspecto de la otra mitad, de la otra fuerza existente en la realidad: de la fuerza de otorgamiento que también contiene el mismo concepto de “amor”. Sin embargo, allí amar a alguien significa satisfacerlos a ellos, darles a ellos lo que ellos quieren, en vez de lo que yo quiero. Esto es totalmente contrario a nuestra comprensión del amor. En el pasado, los seres humanos fueron cercanos a la naturaleza y sintieron de manera natural que existe otra fuerza de la naturaleza, la fuerza de otorgamiento en la cual “amor” quería decir que yo considero a los demás y les otorgo. Los cabalistas, al igual que muchas otras personas dotadas de una alta sensibilidad a la naturaleza, han revelado estas fuerzas. Y hubo mucha gente, además de los cabalistas que sintieron y descubrieron por sí mismos en todo tipo de formas que la fuerza de otorgamiento no es menor que la fuerza de recepción. Ellos se dieron cuenta de que en esta otra mitad de la realidad (en el otorgamiento) existen las mismas acciones que en la fuerza de recepción, sólo sus interpretaciones son diferentes, opuestas a las que usamos aquí en nuestro mundo. Nosotros, sin embargo, existimos sólo en la mitad de la realidad: en la recepción, en el deseo de llenarse uno mismo, puesto que somos consecuencia de la ruptura de los deseos (Kelim). Y el hombre sigue siendo en gran parte rota, mientras que los niveles inanimado, vegetativo y animado de la naturaleza, como Baal HaSulam escribe en el “Prefacio a la Ciencia de la Cabalá (Ptijá)“, ascienden y descienden junto con el hombre, sin ningún tipo de cálculo sobre sí mismos, sino sólo en la medida en que han de facilitar los cambios a los que el hombre debe someterse. Las religiones y creencias, desde el momento de su creación, han surgido del hecho de que ellos revelaron la otra fuerza existente en la naturaleza: la fuerza del otorgamiento. En el fondo ellos hablan del amor y la unidad. Así lo fue mientras ellos la mantuvieron de esta manera para unas pocas personas. Sin embargo, después de extenderla a las masas egoístas que no son tan sensibles, estas se convirtieron en un conjunto de ceremonias, rituales y otras acciones diversas. En ese momento comenzaron ellas comenzaron a utilizarse de manera egoísta: para llenarse uno mismo, en vez de llevar a la gente a la unidad, al amor, al otorgamiento y al equilibrio entre los dos sistemas. A medida que pasó el tiempo y la humanidad se desarrolló a lo largo de la historia, impulsada por el crecimiento constante del egoísmo de cada persona y de la humanidad en general, nos hemos distanciado mucho, incluso de ese entendimiento natural que la humanidad alguna vez tuvo, de la comprensión del otorgamiento y el amor inherentes a la otra mitad de la naturaleza.
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