Durante la preparación para la corrección el orden del trabajo interno es de la siguiente forma: Al querer conectarme con los amigos, me presiono a mí mismo y hago grandes esfuerzos. En respuesta, la Luz, la fuerza que me ayuda a conectarme brilla en mí. Finalmente, yo completo la conexión e inmediatamente el AHP del grado más alto, cuyo deseo de recibir es aun más bajo y delgado que el mío, se revela. Como resultado, siento que estoy en un exilio mayor. Entonces resulta que entre más trato de alcanzar la bondad, el otorgamiento, más me hundo en el mal. Sin embargo, esta inmersión dentro del mal está compuesta de dos partes: Por una parte, yo aun recuerdo la conexión que fue alcanzada, la cercanía con los amigos, y por la otra, ahora se revela en mí un deseo nuevo, corrupto, incluso peor que antes. Así, durante el periodo del exilio, yo crezco no de forma lineal, sino paso a paso. Al alcanzar la conexión me caigo y no un grado, sino dos. Es así porque en un principio me elevé a la unificación (+), después caí al desapego (-) y entonces ahora siento un doble descenso (x2). Entonces todo se repite una y otra vez: me elevo y caigo aun más bajo. Siempre caigo no al nivel anterior del ego, sino del nivel al que me elevé. Por lo tanto, debido a cada ascenso, la siguiente caída es dos veces peor. Cuando me elevo, asciendo en otorgamiento, y cuando me caigo, desciendo dentro de la recepción y la mugre. Así la persona expande sus vasijas aumentando el bien de acuerdo al mal y gracias a esto ella avanza durante los 400 años de exilio.
Este exilio comienza cuando nos acercamos a la unión en el grupo. Termina cuando habiendo dado todo nuestros poderes para unirnos, alcanzamos un punto en el que no podemos conectarnos. Durante este proceso nos unimos y nos volvemos el pueblo de Israel. Este no es el mismo grupo pequeño que una vez descendió a Egipto debido a conflictos internos, como el conflicto de José y sus hermanos, por ejemplo. De Egipto sale una nación unida, aunque aun es imposible alcanzar la Santidad por medio de esta unión. En el estado presente la forma de unidad se revela como el control del deseo de recibir. Solo por medio de nuestro último esfuerzo ocurre la huida, la salida de nuestro ego. En la espiritualidad también caminamos en “dos piernas”: de la unidad a la separación y entonces a la unidad otra vez. El Faraón crece, igual que lo hace Moisés opuesto a él y el Creador es revelado. Todos estos discernimientos se vuelven más y más grandes y no podemos escapar de ellos, pero nosotros seguimos con nuestro trabajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.