En
primer lugar, será necesario reunir a un grupo de entre cinco, diez
parejas y enseñarles los fundamentos de la naturaleza humana. Depende de
nosotros el explicarles qué es nuestro ego
y cómo se desarrolla, qué tipo de familia hubo en el pasado y cómo se
desarrolló en la antigüedad, en la Edad Media, en la nueva era y en el
período post moderno. De hecho, lo que motiva este proceso es
nuestro deseo egoísta de placer. Este cambia y provoca la aparición de
nuevas formas de relaciones familiares. En el pasado, ellos no esperaban
manifestaciones particulares de emoción de estas relaciones, porque el
ego era pequeño y no exigía llenado a la altura del amor. Una simple
asociación era suficiente para ello. Este se satisfacía con una forma de
vida reconocida, de acuerdo a la cual un hombre tomaba a una mujer de
su tribu o de su pueblo natal, o cumplía con el deseo de sus padres y
nadie veía ningún problema con esto. En contraste con ello, en la actualidad,
factores tales como la cultura moderna los medios de comunicación se
han involucrado con esto y los jóvenes se han vuelto más desarrollados
que nunca. Ellos sienten al mundo entero con todos sus sentidos y no
pueden satisfacerse con un encuentro aleatorio o con encuentros casuales
con un compañero. Muchas obras de arte, el Internet, la televisión les presentan tantos ejemplos de búsqueda de socios,
relaciones, traiciones y decepciones, conflictos y competencia en esta
área, que la vida en común se ha vuelto muy compleja. Nuestro ego ha crecido a tal grado que
nos confunde y nos da la vuelta a su antojo. Ya no sabemos cómo lidiar
con él y por lo tanto, simplemente tenemos que controlarlo, frenarlo
sin minimizarlo, lo cual, en principio, es algo imposible. Más bien,
debemos prever que no nos controle y que en su lugar, seamos nosotros
quienes lo controlamos. A fin de hacer esto, cada uno debe
elevarse por encima de su naturaleza, volverse su propio psicólogo,
entender también a su pareja, que a su vez debe actuar de la misma
manera y luego comunicarnos en dos niveles:
- De pensamiento a pensamiento (intelecto) a la altura de la persona
- De corazón a corazón, al nivel del ego. Después de todo, el “corazón” es el depósito de todos nuestros deseos y anhelos.
Nosotros entendemos que tenemos
intelecto y emoción, sistemas que deben estar equilibrados en cada
persona, de tal forma que el cerebro domine sobre el corazón. Entonces,
todos sabrán cómo cooperar e integrarse con los demás, a través de la
comprensión mutua y juntando los deseos. Si nos relacionamos con esta idea
precisamente de esta manera, nos volvemos una pareja madura de
investigadores. Esto no nos habla de la edad o de la experiencia, sino
más bien del enfoque mismo que contribuye a una concepción equilibrada
de las cosas, incluso para los estudiantes de secundaria. Se trata de un
examen de matrícula real. Al mismo tiempo, hoy en día hay parejas de la edad de cuarenta, cincuenta años que se comportan como niños y vienen uno al otro con quejas poco realistas, “infantiles”, como niños que sólo saben exigir que su madre los entretenga. No, nosotros tenemos que conocer los
límites, las limitaciones de cada uno, reconocer el sistema interno de
la persona. Entonces, yo entenderé cuánto puedo acercarme a mi pareja,
dónde es necesario detenerme, mantener la distancia y dónde incluirme
con él, o realmente adherirme a él. En general, aprendemos esto de los
diversos problemas de la vida, de la amarga experiencia de los errores
que nos muestran qué es mejor para uno, por no mencionar al otro, acerca
de lo que puede transigirse y de qué manera estamos realmente juntos. Podemos dividir nuestro campo común en
tres partes, en tres tipos de relaciones diferentes. Yo trato de
elevarme por encima de mi ego y me relaciono con la naturaleza de mi
pareja de tres maneras:
- Donde no entro en contacto con él
- Donde encuentro los puntos de contacto
- Donde alcanzo sincera adhesión
Sin embargo, entonces puede surgir una
pregunta: ¿Cómo nos relacionamos con este campo nuestro? ¿Cómo
integramos estas tres partes dentro de mí y dentro del otro? ¿Cómo
podemos estar constantemente preocupados por una cercanía y conexión
significativas de una manera más consciente? ¿Cómo podemos desarrollar
un amor “planificado”, es decir, pensar en los intereses de cada uno de
nosotros? Ustedes ven, el amor es nuestro “niño” compartido a quien
elevamos por medio de las concesiones mutuas.
Las respuestas a estas preguntas las encontramos juntos.
Pregunta: ¿Qué siente la pareja en este campo compartido en su “territorio” común?
Dr: Laitman
En primer lugar, dejamos solo el territorio privado que se encuentra
detrás de cada uno de nosotros, las cosas íntimas más profundas, ya sean
las personas más cercanas a nosotros desde la infancia o los recuerdos
grabados en el alma. No nos tocamos el uno al otro en esta área. En segundo lugar, nuestro territorio
común, el cual podemos discutir, es un lugar de elección que por tanto
es neutro y debemos mejorarlo todo el tiempo. En tercer lugar, en el territorio del
amor, nosotros nos incluimos uno dentro del otro. Estamos conectados por
una emoción común. En cuanto al territorio común, queremos
seguir acercándonos para poder combinarlo con el “territorio” del amor. A
pesar de ello, desde el comienzo tenemos que ser conscientes de que
cada uno es un egoísta absoluto, que no quiere darle nada al otro y
quiere obtener de él el cien por cien del placer. Desde el principio,
cada uno de ellos le “pertenece” al otro, tan simple como se escucha y
después de eso, estas dos áreas, nuestros dos círculos de interés,
comienzan a cruzarse gradualmente. Repito que la intimidad está basada en las concesiones
mutuas que tratamos de hacer según la intensidad con la que crece de
vez en cuando. Nos revisamos a nosotros mismos a través del cálculo,
considerando constantemente el grado en que podemos seguir acercándonos
al otro. Si existe la emoción, es muy bueno y si desaparece, la mente
continúa con lo que está sucediendo. Este es un mecanismo que trabaja
sin cesar. Se trata de un “computador” dentro de mí y dentro de mi
pareja, ambos sabemos que vamos hacia una mayor cercanía e
integración, hasta adherirnos al otro. Hacemos esto más y más todo el
tiempo, tanto como sea posible. Estos son nuestros programas. Nosotros
no aceptamos como coincidencia todo lo que hacemos en la vida, todos
nuestros estados, sino que los vemos como una oportunidad para la
unificación gradual. En este caso, nuestra mente desarrolla
en nosotros la emoción. Yo siento cuán importante y único es mi
compañera y ella también se relaciona conmigo de la misma forma.
Juntos, podemos resumir nuestra relación. Estamos conectados y somos
fieles el uno al otro. Mi pareja es una persona especial, diferente a
todo el resto. Yo me encuentro en un sistema de una relación con ella
que no tengo con nadie más. Entre nosotros habita tal reciprocidad que
nos convertimos en una sola entidad. De aquí viene la ayuda, el apoyo, la
comprensión mutua y el constante esfuerzo por mostrarle a mi compañera
cuan agradable es rendirme, concederle a ella, dejar más espacio para
ella. Así es como avanzamos. Esto requiere de un trabajo constante en
nuestro ego, pero cada uno recibe el apoyo de la pareja. Tenemos algo
de qué hablar. Tenemos algo que aprender uno del otro. Lo principal aquí es actuar con
prudencia en el marco del control de la mente. Nosotros debemos
practicar esto. Después de todo, las personas en general se avergüenzan
de activar la mente y al mismo tiempo se avergüenzan de expresar amor.
Ellas se sienten temerosas de abrir su alma de tal manera que ustedes no
le escupan en ella, ni ridiculicen sus sentimientos. Por lo tanto, nosotros debemos conocer
bien a la persona, saber quién y qué es. Sólo entonces nuestra relación
será natural y dejaremos de estar avergonzados por nuestra naturaleza.
Por el contrario, tratamos de trabajar con ella con comprensión y
madurez para que no haya entre nosotros malos entendidos, evasivas y
ridículo, las poses infantiles que caracterizan a las parejas jóvenes
que a menudo se encuentran atrapadas en la trampa de la soberbia y la
arrogancia. Por el contrario, incluso una pareja joven será “madura”,
con su alcance y enfoque de la vida. Debido al hecho de que no se nos enseña a
amar, perdemos mucho. No sabemos cómo construir sistemas de relaciones y
de esta manera les pasamos los mismos patrones erróneos a nuestros
hijos. Sin lugar a dudas, si nosotros les mostramos el camino correcto,
entonces, al menos los más jóvenes recibirán un regalo más valioso que
el oro fino, que les proporcionará una vida feliz.
Pregunta: Usted llamó a una de las partes del campo de nuestro sistema de relaciones un territorio de amor. ¿Qué significa eso?
Dr: Laitman
En este caso, existe un acuerdo entre nosotros. Ya hemos trabajado
juntos, cada uno por su cuenta y con la pareja. Nos convertimos en
socios en el pleno sentido de la palabra hasta tal punto que las
diferencias entre nosotros desaparecen. Por lo general, las personas
sienten algo similar con respecto a los bienes comunes, a los nietos y a
los niños, de algo que proviene de ambos, cuando ya se han convertido
en uno. Por ejemplo, concebimos juntos a los
niños. Esto está relacionado con ambos y en principio, ya no es algo
que pueda dividirse. En general, incluso filosóficamente, es interesante
que la continuación del amor sea uno que proviene de dos, que los
incluye a ambos. Sin embargo, de todas maneras, los niños son nuestra
área de interés común y en consecuencia, de una emoción común. Por lo
tanto, no importa lo que pase. Podemos renovar nuestra conexión, iniciar
de nuevo nuestras conversaciones y empezar a cultivar las flores que
compartimos juntos. Aquí tenemos un ejemplo de un territorio
compartido: El amor que yo tengo en mi corazón también se encuentra en
el de mi pareja. Nuestro hijo es como un tercer factor a través del cual
podemos desarrollar juntos nuestro amor. Además de esto, nosotros no nos
limitamos a estos tres factores. Más bien, nos asignamos uno al otro un
lugar en nuestros corazones. De la misma manera en que yo la siento a
ella en mi corazón, así también me siente ella en su corazón. Ahí, en
ese territorio común, ya tenemos algún tipo de sentimiento, de
comprensión y de acuerdo en común. Allí ya tenemos un pacto entre
nosotros, un contrato para el futuro. Yo no puedo sacarla de ese
territorio y ella no me puede sacarme a mí. Estamos conjuntamente
arraigados allí de manera firme, en lo profundo de la tierra y estas
raíces ya no desaparecerán.
Nosotros tenemos que alcanzar esa
sensación. A esto se le llama amor absoluto o un pacto y a veces,
cuando hablamos, debemos centrarnos en la realidad de este amor mutuo.
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