El grupo de Abraham mantuvo contacto directo con la fuerza superior,
con el poder positivo de la naturaleza y el equilibrio con la naturaleza
compuesto de fuerzas binarias básicas (más (+), menos (-), absorción,
separación, etc.). Sin este contacto, la filosofía, las diversas
ciencias y las numerosas tendencias del desarrollo que fueron traídas a
este mundo por los judíos nunca habrían aparecido. Si no fuera por el grupo que estaba
conectado con la espiritualidad en ese momento, la humanidad se habría
expandido en cantidad, pero no en calidad. Su avance no estaría basado
en su alcance espiritual. Temas tales como la geografía, la historia, la
biología, la zoología, o cualquier otra rama científica que explora
este mundo material, no habrían surgido. No se trata de los judíos, sino más bien
de su relación con la fuerza positiva que les permite unir “más y
menos” considerar la naturaleza como un sistema. La ciencia es el estudio sistemático de
la naturaleza a nivel inanimado a través de disciplinas tales como la
física, la química, la cosmología y la astronomía. Los niveles
vegetativos y animados son estudiados a través de la biología, la
zoología, la botánica y otros. La ciencia estudia la naturaleza
inanimada, vegetativa y animada, mientras que la psicología estudia el
comportamiento humano. Así que, si cavamos lo suficientemente
profundo, encontraremos que los judíos comenzaron todas las ciencias.
Por cierto, los filósofos religiosos medievales que estudiaron estos
temas escribieron que los antiguos griegos aprendieron los fundamentos
de su filosofía de la Cabalá y como bien sabemos, todas las demás
disciplinas se derivan de la filosofía.
Pregunta: Entonces,
todo el potencial científico y tecnológico se trata de la conexión de
dos grandes fuerzas, la positiva y la negativa. Esto fue transmitido a
la humanidad a través del grupo de Abraham, ¿es eso cierto?
Dr: Laitman
Si. Esto es así porque el conocimiento humano deriva de un estado de
equilibrio con la naturaleza. La condición para el equilibrio con la
naturaleza es la noción de “amar a nuestro prójimo como a nosotros
mismos”. Esto ocurre con la condición de que las fuerzas negativa y
positiva se encuentren en equilibrio, dejando así que la tercera fuerza,
la fuerza superior de la naturaleza llamada el Creador surja entre
ellas. Sin embargo, sólo los cabalistas son
capaces de percibir esta fuerza. El equilibrio puede entenderse a través
de la metodología que los judíos, el pueblo de Israel, le revelaron al
resto del mundo. Por lo tanto, es muy natural que, al
final, nosotros seamos los que debemos ser culpados por todo lo que
sucede en el mundo. Sin embargo, todavía necesitamos las ciencias,
porque ellas hacen su trabajo. De ninguna manera nos llevan al mundo
superior, a la fuente y medio de gobierno de este reino material. Ellas
sólo exploran esta realidad física. Aun así, las ciencias aceleran
nuestro crecimiento y nos hacen sentir decepción de nuestra capacidad
para alcanzar la espiritualidad estando en el nivel material. Hoy en día, la ciencia ha llegado a un
callejón sin salida y ya no hay espacio alguno para el progreso
científico. La penetración científica en la materia es puramente
mecánica. Además, el desarrollo ulterior de las ciencias no tiene ningún
sentido. Nuestro avance es egoísta, es la base de todo lo que hacemos y
es nuestro deseo por sentirnos mejor que podamos. Vemos esto como un
medio para mejorar la vida, para mejorar el mundo y para mejorar la
sociedad, la ciencia no se encarga directamente de esta tarea. Por el
contrario, nos hace sentir aún peor. Entonces, ¿para qué la necesitamos?
Cuanto menos sabemos, mejor dormimos.
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