Es muy simple. La Torá
dice: ‘He creado la inclinación al mal’ Y, de hecho, la división y
destrucción de nuestro mundo, todas las contradicciones y oposiciones,
el ego, la falta de receptividad y comprensión, todo por lo que la
humanidad ha pasado durante su historia, es, por supuesto, obra del
Creador. Pero la persona tiene que salir de su propio ego para
entenderlo.
La gente
débil o muy egoísta, que está dispuesta a pisotear a todos, no es
atraída por este tipo de trabajo. Por otra parte, tienen grandes egos,
no están satisfechos con este mundo y no les interesa. Quieren controlar
toda la creación, saber todo lo que sucede y descubrir todo, para que
no haya nada que no sepan, sientan o controlen.
La revelación de un ego así en una persona es realmente un regalo del Creador.
Significa que está preparada para la realización y dispuesta a pagar
todo lo que tiene para lograrlo. Entonces se encuentra en el grupo
correcto, donde se une gente igual.
Este
grupo está bajo la influencia del método cabalístico donde la gente
viene y, eventualmente, es sometida a estados muy serios para resistir
su ego, elevándose por encima de él y conectando entre sí. Aprenden
todos los procesos en sí mismos y sienten, descubren, escudriñan,
integran y hacer todo lo necesario. Con el tiempo, dentro de ellos se
forma la imagen correcta del mundo. Construyen al Creador en la conexión
entre ellos, porque esta es la única forma de revelarlo.
Es
imposible revelarlo sin esta conexión y sin esta plataforma en la que Él
se revela. Es una fuerza que requiere la materia para su revelación
interior.
La
electricidad, por ejemplo, puede ser revelada en algo como el movimiento
de una aguja, cables calentándose o una explosión. Sólo así podremos
decir que hay una fuerza allí. Es lo mismo con el Creador, que es
simplemente una fuerza sin materia. Nosotros tenemos que proporcionar la
materia, para que esta fuerza puede ser revelada de acuerdo con leyes
físicas precisas.
Aquí no
hay nada irracional ni místico. No es religión, sino la ciencia de la
Cabalá. Por lo tanto, toda nuestra atención y esfuerzos se centran en
cómo crear las condiciones en las que el Creador puede ser revelado.
Tenemos que poner esto junto, combinar los atributos de otorgamiento, garantía e incorporación mutuas para que el espíritu aparezca dentro de esta materia.
Esculpimos
durante mucho tiempo y de pronto, nuestra estatua cobra vida. Por lo
tanto, el hombre es creado del polvo, de la materia inanimada sale un
hombre corregido al que hemos dado vida. Celebramos esta maravillosa
oportunidad que nos fue dada durante Rosh HaShaná.
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