
El Zohar describe un estado en el nivel de los 125 grados, el mundo del Infinito, el mundo de la adhesión, el mundo de nuestra corrección absoluta, en el que alcanzamos similitud de cualidades con el Creador. Por esta razón, independientemente de la distancia y la oposición en la que estamos de este estado perfecto, careciendo de cualquier punto de contacto con este, incluso en el más mínimo grado, la fuerza de nuestra presión resulta ser la mayor específicamente en este estado opuesto, según la medida de nuestros esfuerzos por alcanzar la perfección. Aquí la distancia realmente trabaja a nuestro favor. Yo no he creado este estado opuesto, a Quién que yo deseo alcanzar lo hizo. Por ésta razón, un gramo de esfuerzo que ejerzo con el fin de estar con el Creador a pesar de esta posible gran distancia, se multiplica por 125 grados. En otras palabras, estos grados me benefician en mis esfuerzos. Es de la misma manera como todo se le hace a un bebé cuando llora. Pero cuando un niño de dos o tres años de edad llora, los adultos ya no le prestan tanta atención. La distancia máxima trabaja precisamente de tal manera que esta multiplica la fuerza de nuestro esfuerzo en el otro extremo de la escala de los grados. Es por eso que tenemos que apreciar nuestro estado y desear alcanzar el estado final tanto como sea posible. Entonces nuestros esfuerzos serán verdaderamente grandiosos.
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