De lo contrario, esta acción es imperfecta. Siempre buscamos el final y sobre esta base consideramos todos los estados. En su
tiempo, Abraham envió emisarios a los países del este. Los patriarcas
tuvieron que hacerles frente a Agar e Ismael (que representa la línea de
la derecha), a Esaú (que representa la línea izquierda) a Labán y a
otros personajes (que simbolizan diversas propiedades). Todo esto fue
necesario para introducir detalles específicos de percepción que se
manifestarán al final de las generaciones. Las guerras contra Amalek,
con las naciones que vivían en la tierra de Israel, no se limitaron a
ese “lugar”, es decir, parte del deseo, por encima del que era necesario
elevarse y superar en ese momento. No, todo estaba dirigido
inicialmente a la corrección final. Todos los esfuerzos se acumulan
gradualmente y se añaden al total general. Los patriarcas realizaron los preparativos necesarios para recibir la Torá
y la preparación continuó luego por el camino de corrección del pueblo
de Israel, con la misma intención, estar dispuestos a corregir el mundo. Hay más
cálculos al parecer. Todas las etapas por las cuales Israel ha pasado
son causadas no sólo por la necesidad de su desarrollo, sino también por
su propósito: convertirse en el medio de corrección para el mundo.
Estas personas recibieron la Torá no sólo para corregirse a sí mismas,
sino también para estar dispuestas posteriormente a ayudarle al mundo. Baal HaSulam escribe acerca de esto en su artículo, “La entrega de la Torá” y “La garantía mutua“.
Todo está interconectado y el final de la acción es inherente al plan
original, y es por eso que debemos mantener el curso en el Infinito (Ein Sof). Después de
todo, en cada peldaño de la escalera espiritual, en una creciente
resolución con alta definición, nosotros alcanzamos el mundo del
Infinito, un sistema rondo, integral, análogo en el que todo está
interconectado. Ya sea que se trate de un feto en el vientre de la
madre, bebé, niño, adulto, siempre estamos hablando de un sistema
perfecto que tiene todas las piezas necesarias. Es sólo que algunos de
ellos son incorporados en el potencial del desarrollo, mientras que
otros ya han sido formados. Realmente no importa está hay ante de nosotros, un “gen espiritual” (Reshimo) en el que el mundo está oculto o el mundo mismo. Ellos son uno y lo mismo. Sólo que primero alcanzamos el Reshimo y luego se abre dentro de nuestra percepción. Por lo
tanto, el sistema siempre es perfecto. Se trata del mismo Infinito. Este
sólo se revela dependiendo de la persona que lo alcanza. Es por ello
que al desear alcanzar la espiritualidad, yo debo imaginarlo
completamente corregido. De lo contrario, no lo alcanzo a través de mi
deseo, no tengo la intención de otorgar. El cálculo
es el siguiente: En el estado corregido, yo le otorgo al Creador. Para
esto, tengo que preparar las vasijas receptoras, es decir, las “naciones
del mundo”. Para esto, debo prepararme para ser conectado con ellas.
Así, al extender el hilo desde el final hasta el principio, yo procedo a
cualquier acción. Por el
contrario, si en cada una de mis acciones no tengo la intención de la
corrección del mundo con el fin de llevarlo hacia el Creador,
si olvido que Él se revela y disfruta precisamente en el deseo del
mundo, si no penetro mis acciones totalmente con el otorgamiento,
entonces no hago nada. Entonces soy como un tapón que les obstruye el
camino a todos y represento las fuerzas de impureza.
A cada
paso, nosotros debemos crear la imagen mental, este cálculo, añadiéndola
y expandiéndola constantemente. Al principio, yo calculo beneficiarme
yo mismo, a mi familia, a mi ciudad, a mi país y al final, a toda la
humanidad. Como escribe Baal HaSulam, hoy todos somos una familia. Entonces, ¿podría aislarme del mundo? En ese caso, yo no voy hacia el otorgamiento. Por lo
tanto, cada vez, en la medida de mis fuerzas, yo debo imaginar toda la
cadena hasta el final. Eso es suficiente para ser similar a la Luz y
atraerla para la corrección.
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