La menos desarrollada
siente en sí misma sólo una pequeña cantidad de mal y por lo tanto,
rechaza sólo una pequeña cantidad del mal. Como resultado, deja por
dentro toda su suciedad, porque no la reconoce como suciedad. Supongamos que me enfrento al mal en mi
vida. Sin embargo, los cabalistas dicen que este “mal”, como todo lo
demás, proviene del Creador. Resulta que yo experimento malas
sensaciones y éstas provienen de Él. En consecuencia, ellas me parecen
como un castigo y producen miedo. De hecho, la mayor parte de nuestros
esfuerzos la dedicamos a evitar tales “castigo”. Sucede que ni siquiera
soñamos con el bien, pero al menos tratamos de evitar el mal, de escapar
del “castigo”. La persona más desarrollada comprende
que debe hacer el bien, no tanto a causa de posibles castigos, sino
simplemente porque este es bueno. Vale la pena hacerles el bien a los
demás y a sí mismo. Este nivel de bienestar ya no le permite simplemente
hacerles el mal y ocasionarles daño a los demás. La persona más desarrollada comienza a
atar su relación hacia el mundo con los conceptos de recompensa y
castigo. En otras palabras, ella ve los atributos del sistema: algunos
hechos conducen a una recompensa, otros a un castigo. Es como si hubiera
un juez, la Naturaleza, la fuerza superior, no importa su nombre y Él
le muestra Su actitud. Algunos van incluso más alto y se dan
cuenta de que no hay castigo en absoluto. Por el contrario, si los malos
estados me parecen como castigos que vienen del Creador, esto realmente
es un castigo y un error. Después de todo, del Creador sólo me llega el
bien y mis malas sensaciones son causadas por el hecho de que yo soy
opuesto a Él. Necesito cambiar mi oposición, volverme similar (Domeh) al Creador, convertirme en un ser humano (Adam). Entonces, al ser similar a Él, yo me sentiré en bondad. Pero entonces surge la pregunta: ¿Por
qué necesito esto? ¿Sólo en aras de las buenas sensaciones? En este
caso, yo soy un “salvaje”, no un ser humano. Es incluso posible llegar a
ser peor de lo que era antes, convertirme en inmundicia, al desear
aprovecharme del Creador. O no tengo opción: Tengo que tener buenas
sensaciones porque de lo contrario mi deseo no me dejará hacer nada. Tal vez, le pediré al Creador que aun
así me ayude a hacer cosas buenas, pero no por una recompensa o castigo.
Yo quiero desconectarme de ellos hasta tal punto que incluso en mis
vasijas (deseos) en las que estoy experimentando “castigo”, oscuridad,
no obstante, superare esta sensación y permanezca en otorgamiento al
Creador. Hay oscuridad en los deseo y por encima de ellos, yo le daré a
Él la Luz, mi buena actitud hacia Él. Pero, ¿cómo? ¿Tengo que besar la vara
que me golpea? No, yo realmente quiero cambiar mi naturaleza, no quiero
fingir amar, no amor falso, sino elevarme realmente por encima de mí,
por sobre la “materia” de mi deseo. ¿Cómo podemos hacer esto? Lo que
nosotros llamamos un “milagro” trabajará aquí: Yo comienzo a vivir en lo
que está pasando por encima de la pantalla y la Luz Reflejada, por
encima de mi “cuerpo”.
Pregunta: ¿Estoy envuelto en la oscuridad hasta entonces?
Dr: Laitman
Hasta entonces, yo atravieso las etapas de análisis hasta que decida
que la oscuridad en mí es la Luz que proviene del Creador. No es por
casualidad que la palabra aramea “Orta” significa “noche”, el lado opuesto de la Luz (“Ohr”
es luz en hebreo). Cada etapa empieza a partir de la “noche”, como se
nos dice, “Hubo tarde y hubo mañana, un día”. Yo siempre comienzo
desde la oscuridad, la ruptura, y esto me lleva a un nuevo análisis, a
un nuevo amanecer. Entonces, ¿qué es la oscuridad que
siento? ¿Es o no es oscuridad? Es la Luz que aparece como oscuridad en
mis vasijas, en mis deseos corruptos. Pero espere, ¿es sólo mía? ¿No “se
levanta a media noche” el Rey David, cuando el “viento del norte” tocaba
las cuerdas del “arpa” que colgaba sobre su cama (véase el tratado “Berajot”)? ¿No escribe él en los Salmos acerca de sus desventuras? Por lo tanto, él sentía la oscuridad, ¿no es así?. Eso es correcto, los cabalistas también
experimentan estos estados. Que Dios nos conceda experimentarlos, llegar
a la Luz a través de ellos. De todos modos, no se trata de los “golpes
del destino”, sino más bien de los llamados que nos atraen hacia
adelante. Los problemas no existen; sólo hay súplicas que nos llaman a
ir hacia el Creador tan pronto como sea posible.
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