Nuestro deseo personal es muy pequeño, sólo puede disfrutar de los placeres de este mundo. Si se adquiere el deseo del Creador, es decir, la intención de otorgar, se obtiene un deseo ilimitado, el recipiente espiritual y se disfruta no al recibir, sino al otorgar. Ya no estás aislado, atado a sensaciones temporales, aleatorias y personales, sino en un sentido de alegría eterna, perfecta e infinita.
Es la diferencia entre el deseo egoísta y el deseo altruista. De hecho, el propósito de la creación es deleitar a lo creado. Deberíamos disfrutarlo, pero de tal manera que el Creador pueda darnos satisfacción ilimitada; es decir, no hay límite. Por eso, necesitamos un deseo fuera de la creación, sin límite. Sólo puede ser en otorgamiento.
Nos asusta, pues supuestamente nos separamos de nuestro «yo», nos perdemos, nos convertimos en esclavos de la fuerza superior. Pero no es del todo cierto. Por el contrario, cambiamos un deseo pequeño, temporal, aleatorio y limitado por uno perfecto, eterno e ilimitado. Esa es la diferencia. Pero para hacerlo, necesitamos superar la barrera psicológica: mi deseo. Y asirlo como el bebé a su viejo oso de peluche. No puede dejarlo ir, aunque a cambio se le ofrezca todo el mundo: ir, disfrutar y abrir nuevos horizontes. No, él solo quiere su oso, lo abraza, porque es «mío».
No estamos de acuerdo en separarnos de nuestro ego mezquino, aunque sólo nos da problemas. De hecho, esos problemas son nuestra ayuda, un llamado del Creador para salir del ego. Pero no importa cuánto intentemos sacar el juguete de las manos del niño, él no lo dejará ir.
La sabiduría de la Cabalá trata de explicarnos que vale la pena dejar tu egoísmo y comenzar a trabajar en un grupo. Pero, tenemos grandes dificultades para aceptar sus explicaciones. Somos cerrados, limitados e incapaces de pensar por encima de la frontera egoísta, por encima de nuestro viejo oso. Nos aferramos y nos parece que toda nuestra vida está encerrada ahí.
Sólo el grupo, sólo la Luz de que reforma pueden ayudar y cambiar algo. Por eso, el Creador, para prepararnos rompió el alma común y dijo: «Que cada uno ayude a su prójimo». No puedo evitarlo, no puedo luchar contra mi ego, pero puedo ayudar a mis amigos. Y así es para cada uno.
Todos en la decena piensan en los demás y gracias a eso tenemos oportunidad de dejar ir al oso, abrir nuestras manos y a cambio, entrar en otro mundo, otra realidad. El Creador hizo una gran preparación para darnos esta oportunidad afortunada. Sólo necesitamos escuchar los consejos de los cabalistas. Hoy estamos en un punto crítico, y podemos realizar esta transición si sólo lo pensamos seriamente y no perdemos la oportunidad que se nos ofrece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.