Publicado en Abril 7, 2011 a las 3:40 pm
Escritos de Rabásh, “el propósito del grupo”: para alcanzar el otorgamiento al Creador, primero es necesario otorgar al hombre, lo cual es llamado amor por el prójimo.
Nuestra naturaleza es completamente opuesta al amor por el prójimo. Sólo me amo a mí mismo. Todos mis cálculos, conscientes e inconscientes, son construidos exclusivamente sobre el beneficio personal.
La forma en que me siento, la forma en que miro, la forma en que pienso, y lo que veo, todo esto es canalizado a través del filtro de mi egoísmo, dejándome solo las cosas que pueden beneficiarme o que representan una amenaza. Todo tiene que servir a mi bienestar personal. Esa es mi naturaleza.
Sin embargo, tengo que adquirir otorgamiento universal, el amor universal, la fuerza eterna del Creador, la vida eterna. Y para eso, necesito hacer ejercicios preliminares en el grupo. Por eso Rabásh continúa:
Amar a tu prójimo sólo es posible cuando te rechazas a ti mismo.
Uno viene en el lugar del otro. El otorgamiento y la recepción no pueden vivir juntos uno con otro.
Tengo 613 deseos y en total mi deseo actúa sólo por su propio bien. Esta es la situación en un principio. Entonces comienzo a separarme de ello “pieza por pieza”, comenzando con los deseos más fáciles y progresando hasta los más difíciles.
Así me corrijo a mí mismo, paso a paso, y en lugar de una parte del deseo egoísta, adquiero el deseo de otorgar. Mientras tanto, en el resto de mis deseos aun permanezco en la intención “por mi propio bien”. Así es como corrijo partes de mí.
Sin embargo, hay una condición: si he corregido al menos uno de mis deseos por el bien del otorgamiento, entonces el resto ya no pueden permanecer en la intención egoísta. Por eso tienen que someterse a restricción.
Tengo una gran vasija y al principio está dirigida completamente al beneficio propio. Primero que nada hago una restricción y sólo entonces soy capaz de transformar el primer deseo, el más pequeño hacia el otorgamiento a otros.
Así, tengo un gran deseo. Hago una restricción sobre este y entonces corto la más delgada capa de mí mismo. A partir de esa pieza, soy capaz de llevar a cabo el otorgamiento. Mientras tanto, una restricción reina sobre todos los otros deseos. Después corto la segunda capa, después la tercera, y así es como corrijo una tras otra.
No pueden existir dos deseos en una persona: uno dirigido hacia sí mismo y uno dirigido al otorgamiento. Después de todo, son opuestos. Para ser capaz de adquirir incluso el deseo más pequeño por el otorgamiento, todos los otros deseos tienen que ser restringidos.
(39945 – De la Lección 5, Convención WE! del 1 de Abril del 2011)
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