Tengo la línea de la Luz y la línea de la vasija. Me establezco como la tercera línea entre ellas. Tomo tanto como puedo del deseo de recibir y de la Luz y construyo la forma final, la suma de estas fuerzas (Σ). Esta forma es un ser humano. Aunque los componentes no son míos, tengo que combinarlos y decidir la composición correcta. Esto lo decido yo. Para hacer esto, primero tengo que sentir la vergüenza de no parecerme al Dador, determinar el trabajo material y encontrar la fuerza que lo corrige. Estoy obligado a crear un ser humano dentro de mí, a desear que sea transformado. Ya tengo las fuerzas y la materia. Sólo tengo que comprobar la forma, y efectuar este chequeo cada vez en los 125 grados de similitud con el Dador.
Me comparo en relación con el superior e identifico mis habilidades. Este es un trabajo muy grande. Gracias a esto, comienzo a aceptar, a sentir y a entenderlo a Él. Me “formateo” o me “atraigo” en la búsqueda de soluciones exactas. Como resultado, me vuelvo como el Creador, no de acuerdo con la superioridad, sino de acuerdo al otorgamiento. Al recibir para otorgar, me hago similar a Él.
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