
Ellos dicen que en los últimos dos o tres siglos, la humanidad se ha encontrado en una trampa. Hace treinta años, el estudio que confirmaba que la sociedad de consumo podía desarrollarse de manera estable hasta el infinito ganó el premio Nobel. Es sólo que el ego humano no podía ver que un día la fiesta llegaría a su fin. Pero esperen un minuto, ¿Y los recursos naturales? ¿Y la naturaleza humana? Nuestro ego estaba tan cegado por su propio “éxito” que éramos incapaces de reconocer lo obvio.
Hace unos pocos años en nuestras discusiones con economistas sobresalientes, ellos negaban cualquier posibilidad de una crisis. Así es el ego humano; está establecido de tal manera que no nos permite verlo. Incluso los expertos más brillantes mordieron el anzuelo, sin importar cuán listos son. La razón para ello es la naturaleza humana. Hoy, muchos privilegiados prefieren no pensar en el mañana. No hay escapatoria; nada puede hacerse; que venga lo que tenga que venir. Y a este dolor, a esta confusión, no podemos sucumbir. Después de todo, por una parte, ellos tienen miles de millones en sus bolsillos, mientras que por otra parte, miles de millones no tienen nada qué comer. Como resultado, están contemplando una guerra mundial y que se debe prescindir de la mitad de la humanidad. Ven esto como una “solución”. Lógicamente, no hay otra solución: La energía está agotada, y la economía no puede durar mucho al borde del colapso. Por lo tanto, el renacimiento es posible sólo después de una destrucción masiva.
Nadie está actuando intencionalmente en esta dirección, pero todo lleva hacia ello por la desesperación, por la naturaleza de las cosas. La segunda guerra mundial fue el resultado de un proceso causado por la gran depresión, y el mismo escenario puede repetirse hoy. Por ejemplo, hoy en día casi todos creen que el mercado común europeo tiene sus días contados.
Bajo las circunstancias, nosotros, por nuestra parte, tenemos que asegurarnos de que el nombre del Bueno quien hace el Bien surja como una sensación de vida en toda la humanidad, en todas las personas, en la vasija colectiva, un alma común, que fue creada inicialmente, para que fuera sentida en su forma original y tan pronto como sea posible.
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