Verdad es un castigo y una recompensa justa, cuando trabajo y recibo aquello a lo cual tengo derecho por mi trabajo. Sin embargo vemos que la vida no está siempre arreglada en relación con este principio. Y la persona que trabaja más que otros no recibe necesariamente más que los otros. Si ese fuera el caso, el mundo sería relativamente sencillo. Pero con el fin de sacarnos fuera de esta sencillez egoísta, el Creador realizó Sus añadiduras y nos confunde en gran medida. Por consiguiente, vemos que no siempre se da un cálculo justo, verdadero y que existe un lugar para la fe, es decir esperanza para la buena suerte o algo más de ayuda superior más allá de nuestro entendimiento. La fe destruye el principio de la verdad justa, Es por esto que la gente se confunde tanto en este mundo y espera un milagro, una bendición o una cura milagrosa. La misma confusión existe también en el camino espiritual: Por una parte, todo es dado según la medida del esfuerzo de uno, pero por otra parte, todo depende de la suerte. Una persona debe trabajar con el fin de unir estos dos principios en uno solo. Está escrito: “A través de Isaac se nombrará tu descendencia, pero sacrificarlo”. Lo cual significa por un lado que, tú lo verás dar a luz a tus “nietos”, todos los nuevos sucesores ascenderán al final de la corrección, pero por el otro, él necesita ser aniquilado. ¿Cómo es esto posible?
Esto no es claro por ahora para nosotros, pero constituye el primer principio de entrada al mundo espiritual, el cual Abraham tuvo que adoptar de acuerdo con esta historia. Una persona corrige su visión de tal manera que por primera vez es capaz de unir estos dos opuestos en uno. Esto significa que él ascendió al primer grado y dominó un principio espiritual de acuerdo con el cual los dos opuestos surgen en un todo. Y ahora, él entiende cómo trabajar con la razón y la fe por encima de la razón simultáneamente, con odio, los pecados que son cubiertos por amor. Si una persona empieza a comprender este principio y lo toma en cuenta en su trabajo, incluso sin haberlo realizado aun, ya no experimentará más los difíciles obstáculos que lo empujan hacia atrás. Siente que estos obstáculos en particular tienen por objeto avanzarlo y ve que todas estas contradicciones son una oportunidad para que él ascienda. Y entonces se eleva. Por el contrario: “El orgullo del hombre lo abate”. Si él no acepta esta condición y no está dispuesto a juntar estos dos opuestos en uno, esto llega a ser un obstáculo intransitable. Es por esto que se sale de la huella y abandona el camino. Por lo tanto, es importante direccionarse uno mismo correctamente: directamente hacia el mundo del infinito, entendiendo que la diferencia entre este mundo y el próximo se encuentra en nuestra habilidad de unir estos dos polos en uno. Esto nos pone una dirección, como tomar un objetivo. Este principio se expresa de varias formas: “Israel, la Torá y el Creador son uno”; ascensos y descensos que tienen que llegar a ser un todo; el grupo y yo debemos trabajar juntos para que yo me invista en él en el tiempo de ascenso y reciba de él en el tiempo de descenso, es decir para que el grupo sirva como el “rectificador” de mi corriente eléctrica.
La conclusión principal que surge de esto con respecto a este mundo, es que no debemos destruir ni una pequeña cualidad en nosotros ni en el mundo. Debemos llevar a todos a la corrección y combinarlos en uno, elevarnos por encima de ellos al unirnos con el Creador.
No seremos capaces de establecer una buena vida y una sociedad justa en nuestro mundo si no nos unimos entre nosotros como iguales. Es decir, todos trabajarán por el beneficio de la sociedad según la medida de su habilidad y recibirán de acuerdo con sus necesidades.
Pero podemos llenar esta condición sólo si aspiramos a esto por el propósito de unirnos con el Creador, es decir por el bien de la cualidad del amor y otorgamiento que une nuestras propiedades opuestas en una, en un estado infinitamente perfecto.
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