El Creador nos creó como un material opuesto a Él, el deseo de disfrutar, que no siente o entiende que pueda haber algo excepto él mismo. Sólo nos sentimos a nosotros mismos y deseamos recibir y derivar placer de todo lo demás. Cada persona siente sólo su propio deseo y el llenado en este. Esos son los únicos dos estados percibidos por el deseo de recibir: si/no, 0/1. Así funciona el egoísmo y este es el orden del trabajo que observamos en la naturaleza en muchos ejemplos y diferentes células. Sin embargo, para que el deseo disfrute de salir de sí mismo, de elevarse por encima de su cualidad de percibir el bien y el mal sólo dentro de su ego y sienta el bien y el mal fuera de sí mismo, necesita algo especial que no existe dentro de su deseo egoísta. El deseo egoísta carece de cualquier fundamento para elevarse y crear algo opuesto a sí mismo. Ni siquiera sabemos qué significa este opuesto; no podemos imaginar qué es el mundo espiritual. Para llegar a este, ¡necesitamos realizar el tipo de cambios en nosotros mismos que el deseo de disfrutar es incapaz de realizar! Sin embargo, es nuestro deber: alcanzarlo, entenderlo y ejecutarlo nosotros mismos. De otra manera no recibiremos independencia y no nos volveremos iguales al Creador como ha sido inculcado en la meta de la creación. Entonces se nos da un medio llamado un grupo, algo ajeno a nuestro deseo egoísta. Con respecto a este objeto extraño, el deseo egoísta siente lo mismo que en relación al Creador, lo considera inexistente por decirlo así. No le da ningún valor independiente y simplemente desea usarlo. Sin embargo, siente y entiende que está en conexión con este.
Por una parte, el egoísmo desea usar al grupo como un objeto extraño. Por otra parte, puede usarlo de forma opuesta: con el fin de adquirir el otorgamiento, una cualidad que es opuesta a él. Por lo tanto, tenemos una forma intermedia entre grados, un medio para la transición, como los corales, una mítica planta a medias, que están entre los niveles inanimado y vegetativo; o como el “perro de la pradera” que está entre los niveles vegetativo, animado y el mono entre los niveles animado y humano. Y la forma intermedia entre el hombre y el Creador es el grupo. Si la persona se une a un grupo y es capaz de trabajar con este para el otorgamiento, será capaz de elevarse al grado del Creador. Uno necesita tratar de llegar a esto por su propio esfuerzo, ya que volverse como el Creador significa, antes que nada, ser independiente, comprender, sentir y exigir tus cambios por tu propia cuenta. Todo esto lo proporciona el entorno. Por lo tanto, está escrito, “Uno que aspira al Creador (Isra-El), la Luz de corrección y el Creador son un todo” y “el amor por las criaturas lleva al amor por el Creador”. Necesitamos considerar nuestro entorno como un medio para alcanzar la meta de la creación. Según el grado en el que la meta de la creación sea importante para ti, debes valorar al grupo a la misma altura. Esto le concierne no sólo a aquellos en los que se ha despertado el punto en el corazón que tira de ellos hacia la meta de la creación; le concierne a toda la humanidad. Todos necesitarán construir tales ejemplos: sociedades y pequeños estados que sirvan como ejemplos, que todos los demás traten de emular al tratar de acercarse. De esta manera, todo el mundo avanzará correctamente, acercándose a la forma del nuevo ser humano, a la nueva humanidad. En consecuencia, necesitamos lograr el amor por el Creador, la similitud con la cualidad de otorgamiento y la percepción altruista. El amor por los amigos es un medio para lograr esta meta.
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