
El método de la Cabalá está
destinado a cambiar a la persona hasta que se vuelva un ser humano
(Adam), es decir aquel que es “similar” (Domeh) al
Creador. En cada momento, día tras día, uno tiene que trabajar para
elevar la importancia de este método y de manera persistente continuar
remitiéndose a él. Después de todo, perpetuamente somos arrojados de la
espiritualidad como si el Creador se distanciara de nosotros.
Nos parece que nuestros estados cambian
continuamente: Nosotros nos acercamos al Creador y después
nos alejamos de Él. Pero obviamente, esto sólo sucede en nuestras sensaciones.
En realidad, nuevos genes de información se despiertan en nosotros y tenemos
que corregirlos.
Uno tiene 613 deseos en lo concerniente al
Creador. No estamos hablando de los deseos materiales de este mundo, sino acerca
de los deseos específicamente por el Creador. Sólo esos deseos deben ser
corregidos hasta que se vuelvan similares a la actitud del Creador hacia
nosotros, es decir, que estén completamente dirigidos hacia el otorgamiento y a
llevarle alegría al Creador.
El pensamiento original del Creador en el plan de
la creación era deleitar a los seres creados. La persona también tiene que
llegar al mismo estado para que su meta se vuelva el traerle contento al
Creador. La similitud de propiedades con el Creador eleva a la persona al nivel
del Creador y él se fusione, se una completamente con Él, llegando así a la meta
definitiva.
En el camino al logro de la meta, hay muchas
etapas de avance. En la primera etapa, durante cientos de años de la historia
humana y al pasar por numerosas reencarnaciones, el hombre desarrolla un deseo
de disfrutar terrenal normal. Las reencarnaciones se remplazan una a la otra,
porque el deseo constantemente crece, quiere más y más, mientras nuevos genes
de información (Reshimot) se revelan perpetuamente en este.
No vale la pena prestarles atención a los cuerpos
que viven y mueren, sino a los genes de información que se revelan en el deseo
de disfrutar, dándonos una ilusión de que existimos en nuestro cuerpo.
En la segunda etapa de desarrollo, surge en una
parte del deseo, es decir en ciertas personas, una aspiración de revelar al
Creador, de encontrar el significado de la vida. La primera persona que recibió
este tipo de deseo fue Adam HaRishón. Es por eso que él es considerado
el Primer Hombre y muchos otros le siguieron. Esas personas son llamados
cabalistas, ya que aceptaron el método de corrección que les permite revelar al
Creador, según el grado de la similitud de propiedades con las de Él.
Los cabalistas también pasan por numerosas etapas
de desarrollo y reencarnaciones, pero esas reencarnaciones son bastantes
diferentes porque uno está en el alcance del Creador, la fuerza gobernante que
rige la naturaleza.
Al haber recibido el primer despertar hacia la
espiritualidad, nosotros entramos en un así llamado periodo de preparación. En
esta etapa, otra vez pasamos por muchos estados, pero esta vez suceden de
acuerdo al método, al grado de entendimiento de este. A pesar de que el método
está disponible para nosotros en la forma de materiales de lectura, aun así no
ha sido develado en nuestras almas.
Así es como avanzamos: al construir el grupo y
tratar de inspirarnos el uno al otro. El trabajo principal está en mejorar la
importancia del método y transformarnos a nosotros mismos. Nada puede cambiarse
en esta realidad excepto el hombre mismo; un ser humano es el único que puede
ser cambiado.
Aparte, nosotros tenemos que aclarar exactamente
qué puede cambiarse: sólo la intención en mi deseo. Los deseos per sé no pueden
ser cambiados; déjenlos en paz. El hombre tiene 613 deseos que están
relacionados con el Creador y tiene que cambiar las intenciones de esos deseos
de egoístas a otorgantes.
En realidad, la persona no siente que tenga 613
deseos, o que sean de naturaleza egoísta, o que ella quiera tomar ventaja del Creador. Por el
momento no tiene ninguna relación con el Creador, ninguna conexión con Él.
Gradualmente, la conexión con el Creador comienza a revelarse, dejándonos así
descubrir nuestra inclinación malvada. Si la persona aún está inmersa en su
egoísmo, necesita la corrección llamada la Torá, “una especia para este”. Con su
ayuda, la persona puede cambiar su intención al redirigirla desde su propio bien
al beneficio de la fuerza superior, lo cual significa que está cumpliendo un
mandamiento. Así, de acuerdo al orden de los deseos que se
revelan en la persona, ella lleva a cabo 613 correcciones (613 mandamientos),
hasta que corrige toda su vasija y recibe toda la abundancia que el Creador ha
preparado para ella, pero con la intención de regresarla a la fuente. Así es
como uno alcanza la meta.
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