Todo nuestro camino está dirigido a salir de nuestro
ego, el único atributo colectivo en el cual existimos y que nos encierra dentro
de esta diminuta esfera de sensación de la realidad de este mundo. Con
el fin de comenzar a manejarnos, necesitamos otra fuerza en adición a nuestro
deseo de disfrutar: un deseo de otorgar. Con esas dos fuerzas ya podemos comenzar a operar. Esto significa que carecemos de la fuerza de
otorgamiento que viene de la fuerza general, del Creador, del atributo de
otorgamiento, el cual es la naturaleza real. Es por esto que la palabra
“Creador” en Guematria es “naturaleza” (en hebreo). Y nuestro deseo de disfrutar no
existe en la naturaleza, sino que es externo a ella. Todo nuestro trabajo y nuestra meta es lograr el
deseo de otorgar. Gracias a esto somos incorporados en el Creador, adquirimos
libre albedrío entre esas dos fuerzas, y podemos llegar a ser similares a Él, lo
cual es llamado el nivel humano: el nivel de Adam. Nosotros sólo podemos alcanzar el poder del
otorgamiento mediante la conexión dentro del grupo, que es un modelo de cómo podemos
cumplir con ello. En el grupo sentimos cuánto necesitamos del otorgamiento, o lo
opuesto, cuán innecesario es para nosotros y cuán odioso es, ya que es opuesto a
nuestra naturaleza. Así comenzamos a trabajar de forma artificial y
clamamos como niños que exigen cosas que no merecen. Pero los niños usan nuestro
amor paternal y nosotros aun así concedemos y hacemos lo que quieren aun cuando
sabemos que sólo son gimoteos infantiles. Es exactamente lo mismo con nosotros. Si también
pedimos el otorgamiento de forma egoísta, aun cuando nadie lo necesite y
“acosamos” al superior con nuestro llanto: “¡Danos, danos!” como niños molestos,
eventualmente lo obtendremos poco a poco y gradualmente seremos impresionados
por este. En adición a eso, somos impresionados por nuestras acciones y por el
hecho de actuar como si quisiéramos el otorgamiento y entonces eventualmente
realmente comenzamos a quererlo. Así somos impresionados el uno por el otro con
respecto a la grandeza del otorgamiento y a la espiritualidad, aun cuando
realmente no veamos nada nuevo, grande y valioso en el deseo de otorgar, sino lo
opuesto. Esto significa que estamos actuando como en un teatro y mediante este
hecho de actuar, nosotros nos desarrollamos; estamos en una mentira intencional
y es claro para nosotros que todas nuestras plegarias son falsas y que tampoco
nuestra actitud es real. Estamos conscientes de eso, lo sabemos y lo
declaramos abiertamente porque es la única oportunidad que tenemos de salir del
estado en el que estamos ahora. Al fingir así, nosotros nos construimos bajo las
condiciones del estado actual con el fin de alcanzar el otorgamiento partiendo
del deseo de disfrutar. La palanca mediante la cual podemos hacer eso,
está basada en una chispa espiritual, en el punto en el corazón con el cual
podemos comenzar a actuar. Es un diminuto punto en el corazón, el cual
percibimos y comenzamos a desarrollar. Si lo percibimos como el extremo de una
cuerda que nos arrojaron, podemos elevarnos por encima de nuestro deseo egoísta
hacia el deseo de otorgar, como si nos eleváramos por encima del piso y
penetráramos en el segundo piso a través de un diminuto agujero en el techo.
Entonces con la ayuda de esta cuerda, podemos tirar de todo nuestro deseo de
disfrutar, que llena todo el primer piso y gradualmente transferirlo al piso
superior, elevarnos de Maljut a Bina.
La chispa que fue insertada en nosotros es una
chispa de Bina que cayó sobre nosotros desde el segundo piso a través de un
agujero en el techo. A través de ese agujero podemos movernos hacia el segundo
piso y entonces tirar de todo Maljut desde ahí. Debe quedarnos claro que estamos trabajando con
atributos egoístas. Sólo estamos jugando con el otorgamiento y no nos imaginamos
que ya seamos justos. Si aún no sabemos quiénes somos realmente, sin duda lo
sabremos: Lo principal es no temerle a la verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.