Baal HaSulam, “La entrega de la Torá”: debemos entender que el resto de las 612 Mitzvot (preceptos)
en la Torá, con todas sus interpretaciones, son no más ni menos que la
suma de los detalles insertados y contenidos en esa sola Mitzvá (singular de Mitzvot), “Ama a tu amigo como a ti mismo“. Existen 613 “mandamientos“,
es decir, 613 acciones que llevan a la corrección. Nosotros debemos
alterar las intenciones que están asociadas con el deseo de recibir,
pasarlas de egoístas (en aras de recibir) a altruistas (en aras de dar).
Cuando hacemos eso, significa que hemos “cumplido con un mandamiento”. El número
de mandamientos está definido por la cantidad de deseos de recibir
individuales que abarca la vasija del alma. Está dividido en dos partes:
Arriba Galgalta Ve Eynaim (G’E), 248 deseos
Abajo AHP, 365 deseos
La
intención de recibir es llamada la “inclinación malvada”; mientras que
la intención de dar es llamada la “buena inclinación”. La acción per sé
permanece igual. Podemos diferenciar entre buenas y malas acciones sólo
mediante las intenciones que hay detrás de ellas. Así, un proceso de
corrección es en realidad una modificación de las intenciones. Si está
orientada hacia uno mismo, entonces es considerada como la inclinación
malvada; si está enfocada en nuestro prójimo, entonces es buena.
Eventualmente
tenemos que corregir 248 y 365 deseos; todos juntos abarcan 613. Sin
embargo, en realidad sólo corregimos 612 deseos, ya que el último
mandamiento (el que es acerca del amor) sigue siendo “problemático”.
Como dice un cabalista, al mejorar 612 deseos, alcanzaremos el amor. En
otras palabras, del amor de amigos llegamos al amor por el Creador.
En el
sistema en general, existe una parte especial de deseos, por supuesto
interconectados con el resto de los deseos, el grupo que debe
corregirse. Yo no estoy ahí al principio. Pero tan pronto como comience a
trabajar con el grupo, con los amigos, al querer conectarme con ellos, y
hacerlo así en realidad, averiguaré que en mi naturaleza todo está en
contra de esto: “no puedo, no soy capaz, no quiero, no lo haré”. Esta es
la inclinación al mal, que no quiero unirme y esta me detiene. Entonces
llamo a eso “el que odia” en mí y exijo corrección para los amigos, que
están cercanos y lejanos, de todos los lugares. Descubro dónde está la
corrección, cómo realizarla, cómo superar mi inclinación. Y lo hago
hasta que siento la necesidad de acudir al Creador. Esto no sucederá inmediatamente. Puedo clamar ahora, pero después el deseo egoísta crece y el pensamiento del
Creador se vuelve insoportable. Lo odio, estoy dispuesto a destruirlo.
Cualquier cosa menos acudir a Él. Pienso que se requiere de mí que haga
lo imposible, como si en lugar de destruir al enemigo, tuviera que
amarlo y ayudarlo. Es muy difícil. Después, al sentirme impotente, al
desear lograr el otorgamiento a pesar de todo, acudo al Creador.
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