“Aquí viene la declaración de Hillel al extranjero que llegó ante él y le pidió que hiciera de él un converso, como se nos dice en la Guemará, cuando se presentó ante Hillel para que le enseñara toda la Torá mientras estaba parado sobre un solo pie, Hillel le respondió: Lo que es odioso para ti, no lo hagas a tu prójimo: esa es toda la Torá, el resto es comentario; ve y apréndela”. Los términos y conceptos cabalísticos
son diferentes de los utilizados comúnmente. Un “no judío” es aquel que
actúa para sí mismo. La persona que no es un “judío”, “judío” (Yehudí), y a quien ésta se refiere como un “no judío” o como las “naciones del mundo” es la persona que no busca la unidad (Yehud). La categoría “Israel” (ישראל) incluye sólo a los que van “directo al Creador” (Yashar El,
אל ישר), al otorgamiento, que aspiran a amar a otros como se aman a sí
mismos, hacia la unificación, la solidaridad, la unidad, la garantía,
todo lo demás que caracteriza a nuestra comunidad y cohesión. Después de
todo, es el amor por los demás lo que nos permite alcanzar el amor del Creador. Si la persona quiere subir al peldaño
del otorgamiento, el nivel de amor por los demás, porque esto le traerá
adhesión con el Creador, significa que ella quiere ser un judío,
convertir su deseo de recibir para su auto satisfacción, en un deseo de
recibir con el fin de otorgar. Por lo tanto, todo es muy simple:
Convertirse en un judío significa corregir su egoísmo. Eso es lo que el método requiere de nosotros. Hillel
lo resumió en pocas palabras: “No hagas a los demás lo que no deseas
que te hagan a ti”. También se nos dice que el versado se acercó primero
a otro sabio Shammai, pidiéndole que le enseñara a amar a otros como él se amaba a sí mismo. Pero Shammai lo rechazó, porque uno no puede “saltar” de inmediato al peldaño de amor por los demás. En este caso, Shammai representa la línea izquierda, la Luz de Jojma, las propiedades de juicio, mientras que Hillel representa la línea de la derecha, la Luz de Jassadim, la propiedad de misericordia. Esto implica que el principio de “no
hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti” significa otorgar
con el fin de otorgar, o misericordia. Sin embargo, la misericordia
contiene al menos dos facetas: prohibición y obligación.
- En cuanto a la prohibición, yo debo discernir constantemente mis acciones: ¿Sufriría si se hiciera esto a mí? Y si es así, entonces yo definitivamente no le haría esto al otro.
- Por otro lado, si veo que podría ganar con la ayuda de los demás, ¿debería ofrecerles tal ayuda a ellos? Resulta que el principio de “no les hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti”, de hecho, me obliga a empezar a trabajar por el bien de los demás, a cambiar todas mis acciones hacia el otorgamiento. De lo contrario, estoy privando a los demás de la oportunidad de recibir algo bueno. Y no importa que yo no produzca este bien ni lo genere desde mi deseo, de acuerdo al principio de “ama a los demás como te amas a ti mismo”. En este caso, yo no acumulo la fuerza de otorgamiento para regalársela a los demás. Pero si veo que puedo evitar el “déficit” en otros, me veo obligado a impedirlo, y esto también se debe al principio de “no les hagas a los demás lo que no deseas que te hagan a ti”.
Por lo tanto, al proteger a otros del
daño y ayudarles a hacer el bien, yo empiezo avanzar hacia verdaderos
actos de otorgamiento. El principio de Hillel me enseña a
pensar y a actuar incluso en este sentido, pero hasta ahora, no sobre mi
propia iniciativa. Yo juego el rol de un factor positivo (+) ante un
factor negativo (-) de otros. Mi “más” (+) puede entrar en su “menos”
(-), pero sólo si hay un “bloque” especial de contacto en el centro.
Este “bloque” depende de mí: Soy yo quien “aprueba” (OK) su inclusión.
Entonces, ¿cómo puedo poner un “OK”?
Para ello, yo aún no estoy actuando desde mi deseo, pero ya estoy
inclinándome hacia mis respuestas positivas y estimulantes. Es como si
yo diera mi “visto bueno” por medio del cual el otro recibe el bien
desde arriba. Por lo tanto, el principio de Hillel me enseña a
actuar con el fin de otorgar, pero, hasta ahora, pasivamente. Todavía no
se supone que yo deba realizar correcciones en mi deseo de recibir. Aquí tenemos un ejemplo: Ayer ustedes
perdieron un cheque de pago en la calle y yo lo encontré, se los llevé.
De esta manera, yo no les he hecho lo que no quiero que me hagan a mí.
Pero, ¿puede considerarse como un verdadero acto de otorgamiento?
Después de todo, he contribuido a la recepción de la cantidad escrita en
el cheque. De hecho, el principio de Hillel
implica no sólo evitar que los otros tengan problemas, sino también el
promover su bien, pero la ayuda no se deriva de mi deseo corregido que
se convirtió en un “generador de bien” sabe cómo distribuirles a los
demás. Yo aún no me he transformado, sólo he ayudado a que la abundancia
vaya desde su fuente hasta el “consumidor”, a su destino. Fui yo quien
estableció este mecanismo (V) en movimiento, quien “abrió el grifo”. Por lo tanto, mi rol aquí no es entregar
la abundancia, sino aprobar su entrega, la “transacción”. Eso es lo que
yo determino, si el “grifo” se abrirá o no.
Pregunta: ¿Cómo abro esta “llave” en mi decena?
Dr: Laitman Al participar. Yo acudo a toda la Luz que Reforma. Esta se manifiesta en garantía hacia mí.
Pregunta: La acción en sí es clara, pero ¿cómo la acepto mentalmente? Después de todo, yo siempre estoy lleno de descontento.
Dr: Laitman
En el pensamiento, yo ya soy bueno con los demás porque deseo que la
misma actitud provenga de ellos. Pienso bien de ellos, pero todavía no
siento que esto me duela de alguna manera; esto no entra en mi ego,
puesto que no estoy trabajando con él ni lo involucro. Por supuesto, siento envidia, odio, y me
dejo llevar por las pasiones y la vanidad. Aprobar bien de los demás va
en contra de mi ego. Por el contrario, a mí me gustaría que todos tuvieran menos que yo. Sin embargo, esto no daña ni disminuye
mis “activos fijos”, por lo tanto, estoy dispuesto a aceptar que otro
reciba aquello a lo que tiene derecho. Después de todo, nadie está
amenazando mi propiedad ni quitándome lo que es mío. Por otra parte, si estoy trabajando no
sólo por misericordia, sino con la intención de otorgar, estoy quitando
de lo mío y dándole a otro. Esto no está sujeto a los principios de Hillel;
aquí estamos hablando de la “retirar de mi cuenta”, de acuerdo al
principio de “Amar a los demás como a ti mismo”. Al querer “tragarme” al
mundo entero, yo les ofrezco este mundo a los demás “en bandeja de
oro”, cancelando mi propio interés, mis adquisiciones. Hoy en día, toda la humanidad se encuentra en la posición del no judío que se acercó a Hillel.
Ya sea que le guste o no, él no tiene otra salida que cambiar al
principio de “no les hagas a los demás lo que no deseas que te hagan a
ti”. Nosotros nos enfrentamos a esta regla de Hillel antes de
la etapa intermedia, sin la cual no podemos alcanzar el verdadero amor a
los demás. “No les hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a
ti”; en esta frase está toda nuestra corrección.
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