Cada vez nos resulta difícil justificarlos, porque los estados
espirituales vienen como si la persona naciera de nuevo. De repente,
algo le pasa a ella y ya no se reconoce a sí misma, no está
familiarizada con el mundo en el que existe, no entiende sus reacciones,
las influencias que le impiden o le ayudan en algo, enemigos y amigos. La persona se siente confundida. Quiere
aprender esta nueva realidad interna en la que se encuentra, pero no
puede. Es como si ella hubiera conseguido un nuevo programa interno y
por lo tanto no está familiarizada consigo misma ni con el mundo. Todas
las reacciones se vuelven completamente nuevas y desconocidas. Al
encontrarse en un mundo nuevo, ella pierde la convicción anterior, la
vieja actitud hacia todo. ¡Nosotros tenemos que acostumbrarnos a
esto! Sin embargo, es imposible acostumbrarse a esto, porque ustedes
entran cada vez en un estado completamente nuevo. Y cuanto más avance la
persona, más difieren los estados, alternando uno tras otro. A pesar de
incrementarse la tasa de los cambios, los estados en sí mismos son cada
vez más contrastados y separados unos de otros. El estado que ocurrió sólo un día o dos
atrás, puede ser muy diferente al de hoy y la persona se siente
terriblemente confusa y pierde la estabilidad en el mundo, como si ella
desapareciera completamente. Sus estados son cada vez más opuestos y la
velocidad con la que se reemplazan unos a otros es cada vez mayor. Con
cada cambio de estado llega un momento en que la persona no entiende lo
que está sucediendo, a pesar de que ya cuenta con gran experiencia
previa.
Cuando llega un nuevo estado, es tan
diferente del anterior, que éste borra todo lo que hubo en el pasado. La
persona en el siguiente estado no está familiarizada con nada, y por lo
tanto no entiende lo que le está pasando, es como si esto le sucediera
por primera vez. De hecho, este estado se produce por primera vez como
un nuevo gen de información (Reshimo), como una nueva realidad que se revela. Es imposible explicar esto a los
extraños porque no lo entenderán. Ellos no entienden cómo esta persona
puede no saber nada de repente y estar confundida. ¿Cómo es posible que
un gran cabalista de repente puede no resolver, comprender y sentir
incluso cosas tan simples que están disponibles para una persona común?
Pero esta es nuestra vida, y así ganamos, un grado tras otro, la
escalera espiritual. Lo más importante es amar estos estados y
ser conscientes de que estos nos acercan cada vez más a la comprensión
del Creador, a su semejanza. No hay mejor estado que cuando la persona
siente confusión, oscuridad, impotencia, sabiendo que en las vasijas con
las cuales pronto será capaz de trabajar, ella encontrará el atributo
de otorgamiento, es decir que se revela una actitud más correcta hacia
el estado. De hecho, es de esta manera que le
quitan el ocultamiento. Una vez en mi niñez leí una historia acerca de
los caballos que transportan carros bajo tierra en las minas de carbón.
Ellos nunca salieron y por lo tanto, no estaban acostumbrados a la luz
solar. Así que, cuando eran viejos y ya no podían trabajar, antes de
salir de la mina, les colocaron en la cabeza unos cuantos sacos. En la
superficie, les quitaban los sacos gradualmente: primero uno y después
de un rato, otro, para que el caballo pudiera acostumbrarse poco a poco a
la luz. Nosotros estamos aquí en la misma
situación. Cada vez que cambia nuestro estado, es como si nos quitaran
otro saco. Esto continuará hasta que nos acostumbremos a la Luz real. Si la persona entiende que el trabajo se
hace en ella de tal manera que se acostumbre a la Luz y pueda ver el
Creador y Sus acciones en el mundo, entonces, ella acepta este trabajo
con gratitud. Ella entiende que este trabajo en el crepúsculo, en la
oscuridad, es muy valioso, puesto que crea en ella las nuevas
herramientas de percepción para el descubrimiento del verdadero mundo espiritual. Todo este trabajo es llamado el cumplimiento de un mandamiento y si la persona es feliz con esto, a esto se le llama la alegría de mandamiento.
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