Nuestro nivel de espiritualidad se encuentra por fuera de los límites
del reino espiritual. Nuestro nivel es único debido a las posibilidades
que ofrece y es mucho más importante que el resto de los niveles
espirituales, dado que sólo en nuestro escenario existe la combinación
milagrosa de los deseos de recibir y de otorgar. Los demás niveles no
tienen esto. Sólo en nuestro nivel, al jugar como
niños, podemos volvernos más inteligentes y maduros. Esto es similar a
un niño en este mundo que no ha desarrollado los sentidos, el intelecto,
alguna comprensión o conocimiento de la forma en que trabajan los
grandes sistemas que hay a su alrededor, y sin embargo, de repente el
niño se vuelve inteligente. En otras palabras, un niño hace funcionar
estos sistemas de manera inconsciente sin ninguna idea de que al menos
existen, sin tener alguna pista de qué estado en particular se supone
que debe alcanzar. Él no sabe ni ve nada, lo único que hace es jugar
porque él es impulsado a crecer por medio de sus instintos naturales. Nosotros carecemos de este tipo de
aspiración natural; aparte de eso, somos como niños. Tenemos todos los
medios que nos permiten alcanzar este deseo. Si somos permanentemente
avivados por los que nos rodean, si esto enciende nuestra envidia,
lujuria, ambición y el deseo de ser mejores que los demás, empezamos
aspirar a una meta que todavía es desconocida para nosotros. No tenemos
ni idea qué queremos recibir, sin embargo, nos parece que los demás
tienen algo que nosotros no conocemos.
Ya tenemos todas las cualidades y deseos que nos fueron dados por la naturaleza.
Todo lo que necesitamos es organizar correctamente estas cualidades y
deseos, construir un sistema de relaciones entre nosotros para que
nuestros amigos sigan inspirándonos con la grandeza de la meta, y que
estemos preocupados de que otros ya van más adelante que nosotros. Posteriormente, ellos muestran un
ejemplo de cómo ayudarles a los demás, al sugerirme que esta actitud es
muy importante y conduce a la espiritualidad. ¡La envidia es lo
principal! Nuestro egoísmo es
encendido por la envidia y sufre mucho. Si nos conectamos de forme
estrecha con el entorno y resulta que entendemos que no hay ningún lugar
hacia donde correr, entonces, a pesar de que la envidia es una
sensación negativa, por naturaleza ésta no nos empuja por detrás, más
bien, nos saca adelante y nos conduce al éxito.
Obtener este deseo ya
es un éxito. El deseo no es nuestro. Lo recibimos del grupo, como
recompensa por no huir de ellos, más bien por agachar la cabeza frente a
ellos y aferrarme a ellos. Todos estos métodos pueden ser puramente
materiales según la medida en que podamos siquiera pagarles dinero a
nuestros amigos por el deseo de recibir que ellos nos dan de vuelta,
como Rabí Zushi quien contrató músicos de la calle para que le
inspiraran. O bien, podemos cocinar una comida para nuestros amigos,
insertando así nuestros esfuerzos para que finalmente influyan de vuelta
en nosotros. Nosotros recibimos una aspiración
espiritual de nuestros amigos, pero, de hecho, sigue siendo un deseo de
éxito material, puesto que lo único que queremos es ser más
significativos, más inteligentes, mejores en todo. No importa cuanto lo
intentemos, no podemos pensar en la espiritualidad, dado que todavía
estamos en el egoísmo, en este lado del Majsom. Sin embargo, esto ya es lo suficientemente fuerte como para atraer la Luz que Reforma. Resulta que en este nivel tenemos la
oportunidad de trabajar e influir en el próximo paso que está por encima
de nosotros y atraer la Luz de allí, como un imán que atrae a través de
las paredes las cosas que están en otra habitación. En serio, ¿cómo puede influenciarnos la
Luz si no nos adaptamos a ella? Nosotros somos opuestos a la Luz, como
si estuviéramos en anti- mundos. Y, aun así, todo está establecido de
tal forma que la transición entre las dos etapas, entre nosotros y el
paso espiritual más cercano del que recibimos las chispas de la Luz,
es sólo un obstáculo. La Luz puede afectarnos y cambiarnos en
concordancia con su naturaleza, con el deseo del nivel superior. Por lo
tanto, podemos estar de acuerdo con ella y empezar a entrar en este
nivel superior, como un feto que entra en el vientre de una madre, y
luego crecer primero a un estado pequeño y después a un “estado grande” (Ibur, Yeniká, Mojin), hasta que nos fusionemos completamente con ella.
Es por eso que nosotros debemos valorar el estado en el que estamos en este momento y utilizar correctamente el nivel llamado “este mundo”:
toda la humanidad, a nuestros seres queridos, a nuestros vecinos,
nuestros estudios, nuestros grupos. Realmente no se necesita nada además
de eso. Ya tenemos a nuestra disposición todas las cosas esenciales;
sólo tenemos que organizarlas correctamente.
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