El rol de Israel fue descubierto por primera vez en la antigua
Babilonia, cuando uno de los grandes sabios de esa generación, el
sacerdote babilónico Abraham, proporcionó una respuesta a lo que estaba
ocurriendo allí. En ese momento, Babilonia estaba pasando
por el mismo proceso que está experimentando hoy en día el mundo: una
pequeña sociedad de tres millones de personas, que era casi la
civilización del mundo en ese momento, de repente comenzó a hundirse en
el odio mutuo debido a la repentina erupción del ego. Hasta entonces, los babilonios habían
vivido como una pequeña sociedad entre los ríos Éufrates, Tigris y
todo estaba bien. Pero cuando el gran ego entró en erupción, resultó
que, por una parte, estaban integralmente conectados entre sí, y por
otro lado, no podían existir juntos de forma egoísta. Por lo tanto el
término de la Torre de Babel simboliza el ego que, literalmente, creció
hasta el cielo. Esto es lo que está sucediendo hoy en
día. Por un lado, descubrimos que las personas están conectadas
mutuamente unas con otras y por el otro, se odian entre ellas. Las dos
fuerzas que actúan entre sí dentro de nosotros requieren de una
solución, puesto que de lo contrario llegaremos a un callejón sin
salida. Una de estas dos fuerzas, la fuerza de
la naturaleza, nos une y nos muestra la globalización y la conexión
mutua entre todos para todos. Esta fuerza nos acerca integralmente y nos
muestra que somos un solo cuerpo. La segunda fuerza es la fuerza humana
egoísta que nos desgarra por dentro, nos separa, y no permite que
seamos un todo.
Estas dos fuerzas fueron estudiadas por
primera vez en la antigua Babilonia y había dos respuestas a la pregunta
“¿qué debemos hacer?”. La primera respuesta fue dada por
Nimrod, el rey de Babilonia, quien decidió que los babilonios tenían
otra opción sino solo separarse y alejarse unos de otros. Él desintegró
su reino por temor a que sus súbditos comenzaran a destruirse
mutuamente. De aquí proviene el concepto de la construcción de la Torre
de Babel y su resultado fue la dispersión de la población y la mezcla de
lenguas, que era una señal de que las personas dejaron de entenderse. Esa fue una manera de resolver el
problema, pero hoy, nosotros, los babilonios modernos, no tenemos a
dónde ir, puesto que no tenemos otro planeta. Por lo tanto, afrontamos
la pregunta que tenemos que responder. La segunda solución fue dada por
Abraham, uno de los jefes de los sacerdotes en la antigua Babilonia.
Abraham entendía que el ego nos separa desde adentro, mientras que las
fuerzas externas de la naturaleza, las cuales nos acercan, nos las
dieron a propósito para que ascendamos por encima de ellas y nos
asemejemos a la naturaleza. Esto significa que trabajaremos en contra de
nuestro ego en la conexión entre nosotros. ¿Cómo puede hacerse esto? ¿Cómo puede la
persona oponerse a su propia naturaleza? Abraham sugirió la
organización de pequeños grupos de personas que comenzaran a conectarse,
y en sus intentos por conectarse, ellas atraerían la fuerza externa de
la naturaleza que se revela internamente entre ellas, las corrige, y las
eleva por encima de sí mismas. La meta principal de la naturaleza es
llevar a la humanidad a un estado de “ama a tu prójimo como a ti mismo”,
nos guste o no. El problema de nuestra separación debe resolverse de
inmediato, y sólo de esta manera. Cerca de cinco mil seguidores se unieron
a Abraham. El gran filósofo del siglo 12, Rambam, escribe acerca de
ello y además esto se encuentra en los escritos anteriores como el Midrásh Raba y otras fuentes. El Sefer Yetzirá (Libro de la
Creación) es el único libro escrito por Abraham que nos queda y en el
que nos habla sobre todo el sistema de la naturaleza que afecta a toda
la sociedad humana. Lideradas por Abraham, 5.000 personas
dejaron Babilonia y llegaron a la tierra de Canaán, la tierra del Israel
moderno. Abraham les enseñó cómo ascender por encima del ego en la
conexión entre ellas, de acuerdo a los antiguos mandamientos judíos de
“ama a tu prójimo como a ti mismo”, “no les hagas a los demás lo que es
odioso para ti” y “sean como un hombre con un corazón”, etc. Este grupo
es conocido por el nombre de Israel, lo cual significa Yashar El,
directo al Creador, parecidos a la naturaleza. Después de todo, el
Creador no es un cuadro en la pared o un abuelo sentado en una nube. ¡El
Creador es la naturaleza! Toda la naturaleza se llama el Creador. Las 5.000 personas que salieron de Babilonia con Abraham fueron llamadas la nación de Israel, derivado de la palabra “Yashar El”,
directo al Creador. Se trata de una nación que no creció de raíces
biológicas como todas las demás naciones, sino de acuerdo con una
ideología, a un propósito que define hacia dónde se dirige y cómo se
establecerá la sociedad. Aunque nosotros somos los descendientes
biológicos de esas personas, por desgracia, no nos parecemos a ellas en
absoluto, porque hemos perdido esa ideología. Por lo tanto nuestro
estado actual es llamado el exilio del nivel espiritual que ellos habían
logrado. Cuando el pueblo judío salió de Egipto y
anduvo errante por el desierto, este trabajó constantemente en su
conexión. Su ego siguió creciendo, al igual que el ego de la humanidad
crece de una generación a la siguiente (que es lo que nos diferencia de
los animales) el pueblo trabajaba en este. Esto continuó hasta que el ego de
repente estalló mientras se desarrollaba. Esto sucedió en la víspera de
la destrucción del Segundo Templo en el último año AEC. La gente no
podía elevarse por encima de él en la buena conexión entre ellos y cayó
al nivel egoísta. Un templo se refiere a la santidad, al
otorgamiento, al amor por los demás y a la incorporación de todos en un
todo. Cuando la nación judía cayó de ese nivel, determinó el resto de
su historia de 2.000 años de exilio.
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