Mira hacia atrás y analiza lo
mucho que ha logrado hacer con su vida y si todavía hay tiempo para
cambiar algo.
Según estudios sociológicos, las
personas dejan de preocuparse por su futuro a partir de los 65 años y
dedican sus pensamientos a los recuerdos de la vida que han vivido.
Esto se debe al miedo al futuro, a lo
desconocido, la incertidumbre de la muerte, y de nuestra existencia
temporal. ¿Cuál es su punto de vista respecto al tema de nuestra vida
limitada y cómo debemos relacionarnos con el tiempo correctamente?
Respuesta: El
tiempo es un concepto muy concreto para nosotros. No lo sentimos tan
fuertemente durante nuestra infancia, pero a medida que la persona se
hace adulta y envejece, el tiempo es hace cada vez más importante para
él.
Mientras un niño crece, poco a poco
comienza a comprender qué es el tiempo como resultado de su relación con
el entorno. Los niños pequeños, los bebés en realidad no sienten el
tiempo, pero el entorno les presiona y los coloca en los marcos del
tiempo: Tienen que levantarse a tiempo, comer a tiempo, ir a la escuela a
tiempo, volver a casa, ir a dormir. Un niño no quiere estos marcos,
pero no teniendo opción, se ve obligado a aceptarlos gradualmente. Por
lo tanto, constantemente nos acostumbramos a estar bajo el control del
tiempo.
Entonces empezamos a estudiar, trabajar
y esto nos persigue en los marcos del tiempo aún más. Comenzamos una
familia y tomamos sobre nosotros responsabilidades aún mayores.
Finalmente, el tiempo se convierte en una pesada carga que nos
esclaviza.
Esto continúa hasta que nos retiramos;
siempre y cuando nos sintamos encadenados al tiempo por muchas
obligaciones diferentes, el tiempo es nuestro principal policía que
exige constantemente obediencia y sumisión, y debemos obedecerla.
Siempre existe la posibilidad de culparnos desde la perspectiva del
tiempo: “¿Dónde has estado durante tanto tiempo y qué has estado
haciendo? ¿Cuándo vas a volver?” etc.
Ya de niño una persona siente que el
tiempo es limitado. No quiere sentir que está en los marcos del tiempo,
pero está constantemente exigido a estar en ellos y adaptarse a ellos.
Para un niño esto es un problema y trata de luchar contra él. Quiere
jugar y no quiere estar en las garras limitadas de un punto en el tiempo
a otro.
Cuando crece y se convierte en adulto,
comienza a darse cuenta que es inútil luchar en contra y que solo puede
decidir cómo llenarlo. Entonces comienza a correr junto con el tiempo a
tratar de hacer lo mejor posible en el tiempo que se le dio. Así, valora
sus logros, y de acuerdo con este criterio se compara a sí mismo con
los demás: ¿Qué tan exitoso es a su edad en comparación con sus pares?.
Estamos en una constante competencia. El
tiempo nos atrapa en su red y es una pesada carga sobre nuestros
hombros, convirtiéndonos en sus esclavos.
Pero después de los 50 años una persona
comienza a apagarse gradualmente. No tiene grandes planes como antes.
Sus planes se vuelven gradualmente más modestos; se da cuenta que tiene
que haber un equilibrio y que no debe exigir demasiado de la vida.
Siente sus limitaciones más y más; no
puede luchar contra el tiempo, y sus opciones para llenarlo se
convierten en bastante limitadas. Por lo tanto, prefiere pasar más
tiempo con su familia y sus hijos descansar y viajar.
El concepto de tiempo se convierte en
importante ahora desde la perspectiva de lo agradable y cómodo que se
siente en cualquier momento. Comienza a vivir en el presente más y no el
futuro como lo hizo antes.
Por lo tanto, las personas mayores se vuelven más como niños, ya que los niños viven el momento.
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