Vinimos a este mundo gracias a nuestros padres. Pero muchas de nuestras cualidades fueron determinadas e integradas en nosotros antes de nuestro nacimiento. Las heredamos de nuestros estados o reencarnaciones anteriores que hemos vivido en este mundo.
A medida que nos desarrollamos aceptamos todo lo que sucede como evidente. En un principio, la persona sencillamente se percibe a sí misma y al mundo en donde existe, después vienen las palabras, la cognición y el entendimiento. Todo se desenvuelve lenta y naturalmente y no nos damos cuenta cuan peculiar e innatural es este proceso en realidad.
Pero consideramos la entrada al Mundo Superior como ilógica, aunque la revelemos exactamente de la misma forma en que hemos revelado este mundo. Primero, recibimos el deseo de nacer en el Mundo Superior: la semilla del semen espiritual (el punto en el corazón, el embrión del alma). Después, se nos dirige a un lugar en donde podemos desarrollar este punto; el lugar se llama la matriz en nuestro mundo, o un grupo en el mundo espiritual.
No estamos hablando sobre personas con quienes nos reunimos o que son nuestros compañeros; sino más bien hablamos sobre otras aspiraciones al Creador que son similares a la nuestra. Cuando creo una actitud correcta hacia ellos, habilito para mismo el ambiente correcto para el crecimiento espiritual.
Cuando una persona nace en nuestro mundo, su desarrollo es obligatorio. Nadie nos pide nuestro consentimiento y se nos llena de conocimientos, impresiones, ejemplos de conducta y definiciones sobre “que es bueno” y “que es malo”, sin ninguna libertad de elección. Sin embargo, en nuestro desarrollo espiritual, la fuerza espiritual que nos desarrolla llamada “Padre y Madre” (Aba ve Ima del Mundo de Atzilut) necesita que tomemos independientemente la decisión de desarrollarnos espiritualmente. Debemos decidir cómo hacerlo, qué estado futuro deseamos y qué meta queremos alcanzar.
Se requiere que utilicemos nuestro libre albedrío para entender y darnos cuenta de lo que hacemos y hacia donde nos dirigimos. Las etapas del crecimiento espiritual y la formación son parecidas al desarrollo físico pero se activan con nuestro deseo. Esta es la diferencia.
Por lo tanto, en nuestro mundo somos esclavos (como animales), mientras que en el mundo espiritual somos criaturas libres (persona, Adam, que significa semejante al Creador). Yo mismo creo el útero materno alrededor mío. Este es el grupo en que soy absorbido como una gota de semen. Recibo del grupo todo lo que necesito para desarrollarme, incluyendo los nutrimentos, la fuerza, el entendimiento, los ejemplos.
Cuando los deseos del grupo se convierten en los míos, ya estoy preparado para crecer más y entonces naceré a la Luz. Así avanzo del Aviut 0 al Aviut 1 y me convierto en un embrión espiritual. A partir de ese momento, puedo utilizar la fuerza del Creador para mi formación. Procedo a aplicar mis propias fuerzas en el camino y gradualmente empiezo a entender cómo es que el Creador me educa. Con el tiempo, me convierto en un adulto, sabio como Él, basándome en el principio “Te conoceré por Tus acciones (al volverme como Tú)”. Así es como una persona se vuelve equivalente al Creador.
(Extracto de la Preparación a la lección, correspondiente al 27 de noviembre 2009)
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