
Por ejemplo, puedo gastar horas para conseguir una sonrisa de alguien, mientras que otra persona sonríe de inmediato. Todos tienen su propio carácter, hábitos, cambios de humor, y miles de otros parámetros internos. ¿Cómo podemos trabajar juntos? ¿El Creador nos “enreda”? “Tienen que ser iguales”, dice. ¡Pero somos diferentes! ¿Cómo es posible evaluar a un ser humano de acuerdo con un punto de referencia? ¿Dónde podría encontrarse un criterio adecuado? Es hora de construir una sociedad humana en la que todos estemos conectados como ruedas dentadas. Nadie sabe cómo se supone que debe él girar en relación con los demás. ¿Qué ejemplo puede utilizarse? ¿Cómo podría llevarse a cabo? La tarea parece simplemente irreal, y este es un gran problema. Toda la humanidad tiene que entender la dificultad que yace aquí y su causa. Hoy en día, ya entendemos que hemos entrado en una nueva época y que debemos unirnos en una manera amistosa. No hay otra opción: tenemos que reducir el consumo, limitar nuestra inclinación al mal, nuestro egoísmo, comenzar a disminuir el nivel de vida en una región y compartir con la otra el superávit generado. Pero, ¿cómo? Cada uno de los que tienen éxito en la economía, la industria, la ciencia, la cultura, y así sucesivamente puede levantarse y decir: “Yo lo he logrado todo con mis propias manos. Trabajé en mi éxito, así que dejemos que ellos hagan lo mismo”. Y sonaría justo. En otras palabras, la persona dice: “Ve con el Maestro que me creó. Él me puso tales condiciones, y yo lo he logrado todo”. Es decir, dirige todos tus reclamos con respecto a nuestra desigualdad hacia el Creador. Es Él quien creó diferentes a las personas y les obliga a alcanzar la unidad, sin la cual es imposible continuar nuestra existencia.
Este es el problema que aún tenemos que resolver.
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