
Estas dos Luces se conforman y se adaptan a ellas.
En nuestro mundo, recibimos directamente en nuestro deseo de una cierta porción de Luz sin que ella esté vestida en él, sin ser semejante al Creador. Por eso estamos muy limitados en nuestra razón. Nuestra razón no nos desarrolla porque no nos enseña qué hacer a continuación para revelar al Creador. Por el contrario, en el mundo espiritual recibimos la Luz superior, la revelación del Creador, en las vasijas de otorgamiento. Esto significa que yo revelo al Creador con la comprensión completa de quién y qué es Él. En nuestro mundo yo puedo mirar a una persona y ver una pared. Para mí él es “impenetrable”, no entiendo su lenguaje, no conozco sus cualidades o sus pensamientos. Está oculto para mí. Pero en el mundo espiritual, nuestro contacto significa la unificación. Genero dentro del atributo de otorgamiento, que está vestido entonces en la Luz, y por lo tanto lo entiendo. Es decir, entiendo a alguien que no sea yo. Mi deseo asume su forma, su estructura. Y el mismo proceso se aplica a todos. Tengo en bruto, sin forma este deseo de recibir el cual pertenece a Máljut del Infinito. Y a través del amor y el otorgamiento construyo en este deseo varios modelos para asumir las formas de todas las almas que existen fuera de mí. Puedo crear dentro un espacio para construir un “grupo” de almas, y por lo tanto los incluyo a todos dentro de mí. Pero esto sólo es posible a condición de yo asigne dentro de mi deseo un lugar para cada alma, imaginando donde debe ir cada uno. ¿Cómo puedo saber tal cosa? Simplemente, en la medida en que otorgo, yo les permito a otros entrar. La imagen resultante es muy similar al logo de la próxima convención de Moscú. Un círculo es mi deseo completo, y dentro de él puedo asignar un segmento para cada amigo. El círculo gradualmente se llena de almas, y al hacerlo devuelvo mi propia alma a mí mismo. De hecho, actualmente esto existe como si estuviera fuera de mí, pero todo lo que yo percibo que me parece que existe fuera de mí, es mi alma. De ello se deduce que el atributo de otorgamiento que yo genero no es más que un medio, una condición que le permite a mi alma ser devuelta dentro de mí.
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