Cuando la persona llega al punto en el que percibe la realidad como un campo de fuerza, comienza a anexarle a este las propiedades de este mundo, clarificando cómo deben cambiar de forma que se ajusten a esta supuesta imagen espiritual. Entonces le queda más claro que él y todos los demás son deseos que se rechazan entre sí, pero que deben unirse. Y para unirse, estos necesitan una fuerza adicional que los conecte. Después de todo, cada uno posee sólo una fuerza opuesta que repele a los otros. Pero todos ellos existen en un océano de Luz que es capaz de llevar a cabo cualquier cambio ya que este es la fuerza del Creador. Sin embargo, Él actúa sólo al revelarse los deseos correctos de parte de los seres creados. Y si a pesar de su mutua repulsión, esos deseos egoístas comienzan a mostrar la más ligera, incluso artificial, aspiración por unirse, el campo de fuerza, la Luz superior, el Creador, comienza a actuar sobre ellos. Por el momento, actúa desde lejos, de acuerdo a la gran distancia que separa una petición artificial de una verdadera. Aun así, los afecta y gradualmente comienza a acercarlos a Él. Por una parte, la Luz actúa sobre los seres creados con el fin de acercarlos a sí. Y por el otro, como resultado de acercarse, los seres creados, de acuerdo a sus propiedades internas, comienzan a sentir una contradicción incluso más grande y más repulsión el uno con el otro. Se concluye que aquí se manifiestan dos sensaciones opuestas. Por una parte, la Luz trabaja y nos deja sentir una conexión más fuerte. Pero al mismo tiempo, sentimos cómo nosotros mismos no correspondemos con esta conexión y no la queremos. Sin embargo, necesitamos entender que todas esas revelaciones vienen de la Luz misma y específicamente gracias a nuestro acercamiento ahora vemos cuán opuestos somos entre nosotros. Sentimos dos componentes en cada estado: nuestra propia naturaleza egoísta fragmentada y la naturaleza de la Luz, que penetra en nosotros y nos mantiene juntos.
Mientras más avanzamos, más profundamente revelamos nuestra naturaleza malvada y la buena naturaleza de la Luz, hasta que esta separación entre esos dos polos se vuelve una distancia entre el punto de este mundo y el punto del mundo de Infinito. La diferencia entre esos conceptos es lo que determina el volumen de la vasija en la cual la criatura siente la esencia del Creador en relación a su naturaleza opuesta. Todo el poder de la Luz del Infinito se revela específicamente es esta vasija. Hasta que la criatura descubre esas diferencias, hasta que no se aclara toda la diferencia entre la intención egoísta y la intención otorgante, la Luz superior permanece en el primer grado, “inanimado” de Nefesh. Después de todo, actúa sólo de acuerdo al deseo y al programa del superior, sin la participación de la criatura y así sólo se manifiesta aquí la más básica Luz de Nefesh de Nefesh. Cuando el inferior revela toda su disimilitud con el superior, la revelación del Creador, la cual recibe en relación a sus propias cualidades, es “620″ veces más grande en su poder.
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