El Creador no se alcanza sin un grupo. Por otro lado, un grupo sin el Creador no es un grupo, sino “una silla de escarnecedores”. Así que, el grupo, y el Creador conforman un todo. Esto es lo que se entiende por “Israel, la Torá y el Creador son uno”. La Torá es la fuerza que nos unifica en un grupo si queremos unirnos a pesar de la fuerza de rechazo. Así que la entrega de la Torá y la garantía mutua están conectadas. Después de todo, la garantía mutua en sí misma es imposible. Nosotros no la implementamos, sino que exigen que ésta se implemente. Esto es llamado “el milagro del éxodo de Egipto”. Nosotros sólo participamos en él, los cambios no se llevan a cabo por medio de nuestro poder, sino sólo de acuerdo a nuestro deseo. Nuestro trabajo es desearlo así, a regañadientes, tanto como nos sea posible y entonces llega la respuesta. Al mismo tiempo, ya estamos haciendo el “becerro de oro”, al igual que en el momento de la entrega de la Torá. Esto sucede, pero ¡no nos olvidamos de gritar! Tenemos que estar preparados y exigir el máximo, tanto como podamos. Demandar y no pensar qué pasará después. Aquí se requiere una demanda general. Entonces, recibiremos el poder de la unidad y si nuestro egoísmo se eleva en el momento siguiente, ya que el sistema está programado de esta manera, no es nuestro problema.
Nuestro problema colectivo es exigir la corrección del egoísmo que se nos da ahora, sólo eso, y nada más. La persona es evaluada de acuerdo a las circunstancias actuales. Sólo tenemos que sentir lo que sea necesario, tanto como podamos en nuestra disposición de atacar.
Nuestro problema colectivo es exigir la corrección del egoísmo que se nos da ahora, sólo eso, y nada más. La persona es evaluada de acuerdo a las circunstancias actuales. Sólo tenemos que sentir lo que sea necesario, tanto como podamos en nuestra disposición de atacar.
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