
Rav: Se nos dice, ¿Por qué quieres tener el día del Señor? Éste es oscuridad y no luz. La pregunta es: ¿Qué es el día del Señor? Si uno se esfuerza por lograr la similitud de las propiedades con el Creador, entonces el día del Señor es un estado en el que uno es capaz de otorgar. No se trata de llenar los deseos de uno, sino que es un estado contrario a un deseo que ha sido llenado en el que uno exige sólo una cosa: obtener el atributo de otorgamiento, la propiedad de la fe por encima de la razón. En otras palabras, dentro de los deseos que cambian constante, uno siente oscuridad y no desea que la Luz brille en ellos, porque eso significaría que uno está en un estado llamado “dentro de la razón”. El Creador quiere que obtengamos una nueva naturaleza, que nos permita sentir que sólo cuando nos elevamos por encima de la sensación de oscuridad, podemos aprender realmente a otorgarle a Él. ¿Qué podemos otorgar? ¡Sólo nuestra aspiración! Este es el punto en el que empezamos a agradecerle al Creador por hacernos egoístas, por darnos grandes deseos individuales con los que podemos jugar y al hacerlo, aprender a ir en contra de ellos. Es como si el Creador quisiera llenar nuestros deseos egoístas y tuviéramos miedo de recibir de Él. De esta manera nos elevamos por encima de nuestros deseos; este proceso nos da la oportunidad de obtener un “regalo”, la ayuda del Creador, lo cual a su vez, nos permite darnos cuenta de que el poder de nuestra neutralización juega el papel de la ayuda real. Este es nuestro otorgamiento tangible al Creador. Nuestra plegaria nunca es genuina, puesto que los deseos que surgen en nosotros son completamente egoístas. Por lo tanto, incluso si oramos para adquirir el atributo de otorgamiento, nuestras acciones todavía se originan en el deseo corrupto de recibir, el deseo que llevamos dentro de nosotros mismos, el deseo de conseguir “para nuestro propio bien”. Es por eso que nuestras demandas no son auténticas y se llaman “miskjak”, un juego. Por otro lado, el Creador también juega con nosotros, como se nos dice que Él hace deporte (juega) con el Leviatán. Esto significa que el propósito, el cual es la conexión del Creador con las criaturas, es sólo por deporte (juego), no es cuestión de un deseo y una necesidad. En consecuencia, se hace posible defender y exigir que Él nos conceda la cualidad de otorgamiento de una manera ”no seria”, de tal manera que esto traiga a la equivalencia la seriedad de Él y la nuestra. Esto promueve nuestra semejanza con Él, la equivalencia de forma. Todo lo que tenemos que pedir es que a la Luz constante del Creador, fluya por encima de nuestras condiciones internas que se producen a causa de las Reshimot. No hay nada que pedir, excepto “flotar” por encima de las Reshimot como si estuviéramos flotando sobre las olas, por encima de cualquier deseo que surja en nosotros y de todas las propiedades que tenemos. Nosotros debemos esforzarnos para elevarnos por encima de ellas con el fin de ser capaces de otorgarle al Creador. Esta es la única cosa que podemos darle a Él, no hay nada más que podamos otorgar. Si no recibimos de Él el poder del otorgamiento, no seremos capaces de generar esta propiedad por nuestra cuenta. Si a uno se le dijera que el conocimiento formal podría ser su beneficio del hecho de participar en Torá y Mitzvot, (en vez de la auto gratificación), uno diría: “Yo considero que esto es oscuridad, no luz”, puesto que este conocimiento lo lleva a uno a la oscuridad.
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