
• ¿Qué hay de malo en nosotros? ¿Qué cualidades no queremos usar en su forma actual? Hacemos un análisis crítico mutuo.
• ¿Qué hay de bueno en nosotros? ¿Qué es lo que queremos compartir con otros? ¿Qué es lo que queremos desarrollar?
Juntos, averiguamos lo que hay de malo en nuestra fea naturaleza y al mismo tiempo, demostramos que estamos dispuestos a elevarnos por encima de ella y nos unimos de una vez por todas. Nosotros nos odiamos unos a otros cuando llegamos a la crítica mutua y apenas podemos vivir unos con otros en medio de la desesperanza. Nos unen los niños, las deudas y las responsabilidades y toleramos la vida familiar. Sin embargo, al mismo tiempo buscamos una manera de mejorar todo esto. Cuando nosotros hablamos, debemos entender la naturaleza humana, los deseos por comida, sexo y familia, así como por dinero, respeto, poder y conocimiento. Debemos entender que todos tienen envidia, lujuria, ambición y amor por el poder, ardiendo dentro de ellos. Nosotros discutimos el mundo interior del otro y luego nuestro mundo en común, el mundo que compartimos, el cual debemos construir entre nosotros. Al principio, hablamos de manera psicológica acerca de la naturaleza humana como un todo. Luego examinamos cuál de estas cosas comunes son inherentes a cada uno de nosotros. Hablamos de nuestras cualidades, de las sospechas, de los impulsos, pasiones, hábitos y otras cosas, sin temor ni vergüenza. Yo ni siquiera me doy cuenta que tengo algunas de estas cualidades, pero debo conocerlas. Al menos tengo que saber cómo aparecen ante los ojos de mi compañero de vida. Así, yo lo digo todo en voz alta: Cuánto repruebo las cosas que existen dentro de mí, qué cosas me faltan y qué cosas me gustaría ocultar en vez de mostrarlas. Es como si yo estuviera sobre una mesa de laboratorio cuando hablo de mí mismo y junto con mi pareja, examinamos mis cualidades y luego discutimos las cosas de mi compañero exactamente de la misma manera. Esto nos permite abrirnos a nosotros mismos sin quedar limitados por nuestras fronteras. No nos alabamos ni nos culpamos. Establecemos los hechos objetivamente de la forma en la que lo hace un médico, él no hace evaluaciones estéticas durante un examen. Define un problema y lo resuelve. En términos generales, él me considera como un “pedazo de carne” que necesita ser corregido y nosotros también de manera imparcial notamos las cualidades buenas y malas, sin irnos a términos personales. Por ejemplo, mi esposa me dice: “Tú eres muy mezquino. Yo no sabía que estaba casada con un tacaño. Esto me molesta realmente. Ordenaste una ensalada para dos cuando celebramos mi cumpleaños en el restaurante. Ya han pasado diez años desde entonces y no has vuelto a llevarme ni una vez a un restaurante. Me despiertas cada vez que te levantas de la cama en la noche aun que podrías ser más cuidadoso. Por la mañana te levantas cinco minutos antes de salir de la casa y yo tengo que alistar todas tus cosas en cinco minutos”. Nosotros discutimos los problemas. Mi esposa me ayuda a darme cuenta de las cosas malas que hay en mí y esto es una gran cosa. Sin embargo, esta conversación no se lleva a cabo en forma de disputa o de una demanda dañina. Esta es objetiva. Se realiza con amor o, al menos, desde el punto de vista de un médico que examina a un paciente. Por ejemplo, un psicólogo te escucha mientras toma una taza de café con un pastel y luego, de manera similar, él te explica las cosas que están mal dentro de ti. Tú lo dejas con el corazón roto mientras él hace los comentarios finales en un cuaderno y se sirve para sí mismo otra taza de café. Esto es objetividad. Yo me elevo por encima de los intereses personales y simplemente le digo a mi pareja lo que veo en ella. Yo le doy los siguientes ejemplos para que entienda mejor este enfoque. Voy a comenzar un nuevo puesto en el que seré probado durante una semana. Estoy muy preocupado por este período de prueba, porque obtener el trabajo depende de ello y ahora mi esposa, que me conoce de adentro hacia afuera, me habla con amor y sin ofensas personales de todas las faltas que debo tener en cuenta en el trabajo. A pesar de que no me gusta oír hablar de ella ni mirarla a ella mientras me enumera los hechos, yo me elevo por encima de mi ego y acepto sus palabras de manera muy seria. Yo no las desprecio. Le agradezco a mi esposa esta preparación en tanto que comprendo mis defectos. Mi esposa me dice, “No te olvides de tirar la bolsa vacía cuando te prepares el café. No te suenes la nariz tan duro. No pida que te aclaren” Todos los puntos de su “diagnóstico” me benefician. Ella es más que un médico, ella participa en mis problemas con amor y cuidado. Al final, ambos queremos lograr la unidad, y es por eso que hacemos una noche de diagnóstico. Por ejemplo, cuando regreso a casa del trabajo, abrimos una botella de vino y ponemos en la mesa un poco de pan tostado y mi ensalada griega favorita con queso feta. Podemos incluso encender una vela para dar una cierta atmósfera y tener una discusión pacífica.
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