Aunque hemos aclarado que proviene
de una razón sublime, que este atributo se extiende hacia nosotros
directamente del Creador, quien es único en el mundo, la Raíz de todas las creaciones, aun así, la sensación de
singularidad, cuando se encuentra dentro de nuestro estrecho egoísmo,
ésta afecta, arruinan, destruyen hasta convertirse en la fuente de
todas las ruinas que hubo y habrá en el mundo. Nadie progresará hasta que nos demos cuenta del grado de singularidad que se nos dio por la naturaleza.
Cada uno tiene que ver plenamente su egoísmo en su forma más auténtica.
Es decir que en este plano material, en este mundo (como lo percibimos)
antes que nada, debemos entender los conceptos básicos y darnos cuenta
de la magnitud de nuestro deseo de actuar únicamente por nuestro propio
bien. Eventualmente, nos daremos cuenta de que
somos los únicos a quienes nunca tomamos en cuenta y a quienes no
dudamos en “ignorar” cuando se trata de los demás; nosotros siempre
hacemos lo que queremos con los demás si esto nos proporciona incluso
una pequeña gota de placer. Cuando analizamos nuestros cálculos, vemos
que no nos importa nada, además de nosotros mismos, y que una mínima
partícula de placer es igual ante nuestros ojos que las aflicciones del
mundo entero. ¡Que este reino desaparezca, arda o continúe sufriendo
para siempre!. A menos que descubramos esta condición
interna, no nos “familiarizaremos” con nosotros mismos. En realidad,
esta es una realización del atributo de singularidad, es decir, la
realización de la inclinación al mal. Es muy duro revelar esto dentro de
nosotros mismos. Incluso si admitimos nuestra maldad, aun así
internamente no estamos de acuerdo con eso. La inclinación al mal no nos
permite atravesar el proceso de auto escrutinio, ni nos deja visualizar
o sentir nuestra naturaleza, nuestro exquisito egoísmo, nuestro
“yoísmo”, que oscurece ante nosotros toda la imagen del mundo y no nos
deja ningún espacio para nada más. Es como si los demás ni siquiera
existieran; simplemente somos incapaces de tomarlos en cuenta. Ellos
están por fuera de nuestro rango de percepción. Este tipo de conocimiento es un paso esencial en nuestro camino hacia la corrección.
Pregunta: ¿Por qué nuestro egoísmo nos oculta la verdad?
Dr: Laitman
Se trata de una defensa natural. Nuestro egoísmo no quiere que
suframos. Si viéramos todo el grado de maldad que tenemos, nos
esforzaríamos por deshacernos de él. Es por eso que nuestro egoísmo nos
oculta la verdad: Nos muestra ligeramente algo desde el borde de la
cubierta y lo vuelve a tapar. Este está organizado de esta manera que
nos haga hundir cada vez más hasta que lleguemos al fondo, a la
realización máxima. En ese momento estamos listos para la ayuda de la
Luz.
Hasta entonces, no estamos “equipados”
para eso; solo estaríamos resistiendo nuestro deseo de auto corrección,
nos habríamos escapado en el último momento. Si nuestro egoísmo no nos
protegió de las sensaciones negativas que experimentamos debido a la
conciencia de nuestra esencia egoísta, no seríamos capaces de continuar
nuestro trabajo. Esto explica por qué un proceso
cognitivo ocurre a los “empujones”. Hace un momento quedamos asombrados
por nuestra maldad, pero cae el telón y una vez más nos sorprendemos
pensando vilmente sobre los demás “¡Ojalá que estuviera muerto! ¿Para
qué lo necesito? Él se interpone en mi camino”. Una vez más estamos
consternados por nuestra maldad, pero entonces nos olvidamos de ella una
vez más. En general, cada atributo está aparejado con su opuesto. De lo
contrario, no seríamos capaces de penetrar hasta lo más profundo.
En cualquier caso, si nosotros no
aspiramos al bien, nunca reconoceremos nuestra maldad. Esta es una regla
universal que funciona en todos los estados que atravesamos. Buscamos
la benevolencia y el otorgamiento; queremos estar con nuestros amigos;
perseguimos nuestra gran meta sin vacilación, sin mirar alrededor, sin
“andarnos por las ramas”. Sin embargo, en vez de benevolencia,
descubrimos soledad, destrucción y caos Se nos dice: “Hagan lo que puedan”. Es
decir que uno debe ser un “buen chico” aspirar a la meta
obstinadamente y de manera constante. En este camino, uno aprende muchas
cosas, se vuelve más listo, pero lo más importante es continuar
avanzando y de actuar.
Pregunta: ¿Podemos prepararnos de antemano para la revelación del mal, de modo que podamos corregirla inmediatamente?
Dr: Laitman
No, nunca debemos prepararnos para el mal. Una persona que trabajaba en
un circo, una vez me dijo que los acróbatas tienen una regla muy
importante: antes de que comience su actuación, ellos revisan dónde
podrían caer. Ellos saben de antemano que dónde aterrizar y qué
posición mantener si se caen. En la espiritualidad, es un análogo a
éste entrenamiento. Sin embargo, nosotros trabajamos no en aras de la
caída. Siempre debemos aspirar hacia adelante. Sí, tenemos que preparar
la “retaguardia”, pero nuestros ojos deben ver que la meta está
adelante. No tenemos la intención de retirarnos.
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