Es como hemos dicho, que el camino del sufrimiento en sí mismo puede llevarnos a la forma deseada. Nuestro deseo corrupto tiene que desarrollarse, es decir, cambiar en el curso de su evolución.
Mientras se desarrolla, éste se esfuerza por los placeres en tanto que
esta búsqueda no deje de satisfacernos. Ahora, por el contrario, éste
nos trae problemas y dificultades.
Las aflicciones varían. En parte, éstas ocurren porque el deseo
no puede llenarse a sí mismo, lo cual todavía no es tan aterrador. Sin
embargo, en adición, el deseo sufre por sus propios vicios. En otras
palabras, el deseo sufre no sólo porque experimente una falta de
llenado, sino también porque siente una falta de vitalidad. Una cosa es
cuando no hay abundancia, pero es completamente diferente cuando hay una
deficiencia de las cosas esenciales. Esto a la larga lleva a la muerte. De esto vemos que el deseo puede ser
dirigido con precisión hacia cualquier cosa. Los sufrimientos obligan a
las personas a huir de ellos, es decir, los sufrimientos nos dirigen
exactamente hacia donde debemos estar. Estos no definen la meta,
simplemente nos alejan de ellos. Pero hay otro camino, el camino de la Torá.
Éste revela el propósito del hombre, el cual define la meta sin
recuerdos dolorosos. El estado en el que me siento mal (el mal estado)
me empuja hacia un lugar en el que el sufrimiento deja de ser la fuerza
motriz principal. Yo me alejo de éste a una distancia de, digamos, L1.
Me detengo allí y entonces, una nueva ronda de dolor me empuja de nuevo
a una distancia segura de L2, únicamente para detener los tormentos. Este tipo de movimiento browniano puede tomar años y generaciones. Es el camino del sufrimiento.
Por otra parte, en el camino de la Torá,
yo persigo su propósito en forma buena, pacífica, de la manera más
rápida, a través de 125 grados.
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